NO
TENEMOS NADA QUE NO LO RECIBIMOS
En
este capítulo santa Teresa nos hace una
confidencia, que no nos esperábamos. Nos dice pura y simplemente que en su vida
ha habido vaivenes de sube y baja, como nos pasa a cualquiera. Unas veces la
ocurre verse en las alturas de la vida mística, en plena y radiante luz del Espíritu, y otras en lo
profundo de la oscuridad de la fe. Dios nos puede dar a gustar de sus
consuelos, y nos los puede quitar. La escuchamos:
“¿Nunca lo habéis visto por vosotras,
hermanas? Pues yo sí: unas veces me parece que estoy muy desasida, y en hecho
de verdad, venido a la prueba, lo estoy. Otra vez me hallo tan asida, de cosas
que por ventura el día de antes burlara yo de ello, que casi no me conozco.
Otras veces me parece tengo mucho ánimo, y que a cosa que fuese servir a Dios
no volvería el rostro, y probado es así, que le tengo para algunas. Otro día
viene que no me hallo con él para matar una hormiga por Dios, si en ello
hallase contradicción”.
“Así, unas veces me parece que de
ninguna cosa que me murmurasen ni dijeses de mí. No se me da nada y, probado,
algunas veces es así, que antes me da contento. Vienen días que sola una
palabra me aflige y querría irme del mundo, porque me parece me cansa en todo.
Y esto no soy sola yo, que lo he mirado en muchas personas mejores que yo, y sé
que pasa así”-
“Pues esto es, ¿ quién podrá decir de
sí que tiene virtud ni que está rica, pues al mejor tiempo que haya menester la
virtud se halla de ella pobre?...Verdad es que, sirviendo con humildad, en fin,
nos socorre el Señor en las necesidades; mas si no hay muy de veras esta
virtud, a cada paso, como dicen nos dejará el Señor. Y es grandísima merced
suya, que es para que la tengáis y entendáis con verdad que no tenemos nada que
no lo recibamos” CP 38, 5-7).
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