AMOR
Y TEMOR DE DIOS: DOS CASTILLOS FUERTES
Santa Teresa dedica el capítulo 40 de Camino a glosar las dos últimas
peticiones del Padrenuestro: “No nos dejes caer en la tentación y líbranos del
mal”. La Santa le pide al divino Maestro algún remedio para no vivir en
continuo sobresalto. Y el Señor la inspiró estos dos remedios: amor y temor, a los que compara a
dos castillos fuertes.
Dos castillos, pero que se integran en un solo bastión.
De las dos actitudes de fondo, amor y temor, resultará esa especie de seguro de
vida y de camino, tan anhelado por la Santa, sensible en extremos al clima de
permanente inseguridad en que vive la vida. Quien posea estas dos virtudes es
como el que se instala en dos castillos fuertes, desde donde podrá pelearse con
todo el mundo y contra todos los demonios, sin conocer la derrota. La
escuchamos:
Pues, buen Maestro
nuestro, dadnos algún remedio cómo vivir sin mucho sobresalto en guerra tan
peligrosa. El que podemos tener, hijas, y nos dio su Majestad, es amor y temor;
que el amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará ir mirando adónde ponemos
los pies, para no caer por camino adonde hay tanto en que tropezar, como
caminamos todos los que vivimos; y con esto, a buen seguro que no seamos
engañadas.
Me diréis que en qué
veréis que tenéis estas dos virtudes tan grandes; y tenéis razón, porque cosa
muy cierta y determinada no la puede haber; porque siéndolo de que tenemos
amor, lo estaremos de que estamos en gracia. Mas mirad, hermanas, hay unas
señales que parece los ciegos las ven, no están secretas; aunque no queráis
entenderlas, ellas dan voces que hacen mucho ruido, porque no son muchos los
que con perfección las tienen, y así se señalan más.
¡Como quien no dice
nada: amor y temor de Dios! Son dos castillos fuertes, desde donde se da guerra
al mundo y a los demonios (CP 40, 1-2).
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