martes, 18 de octubre de 2011

TERESA NO VEÍA CAMINO PARA SU NUEVO CONVENTO

Celda en la que vivió santa Teresa, en el Monasterio de la Encarnación.

Cama, dos arquillas, una banqueta y rueca para hilar-




En la página anterior descubrimos la inspiración divina que Teresa había tenido para fundar un convento nuevo, y la oposición manifiesta de todos, excepto de su superior el padre Provincial de la Orden. Pues sigamos hoy relatando todos los que iba teniendo en contra, a medida que se iba sabiendo, incluso del Provincial que cambió de parecer, y la absoluta certeza que ella tenía de que Dios quería que lo hiciese. Aquí nos va a demostrar su reciedumbre y firmeza en la decisión tomada. La escuchamos:


En el lugar no había casi persona que entonces no fuese contra nosotras y le pareciese grandísimo disparate.


Fueron tantos los dichos y el alboroto de mi mismo monasterio, que al Provincial le pareció recio ponerse contra todos, y así mudó el parecer y no la quiso admitir. Dijo que la renta no era segura, y que era poca, y que era mucha la contradicción; y en todo parece tenía razón; y, en fin, lo dejó y no lo quiso admitir.



Nosotras, que ya parecía teníamos recibidos los primeros golpes, nos dió muy gran pena; en especial me la dió a mí de ver al Provincial contrario, que, con quererlo él, tenía yo disculpa con todos. A mi compañera ya no la querían absolver, si no lo dejaba, porque decían era obligada a quitar el escándalo.



Ella fue a un gran letrado muy gran siervo de Dios, de la orden de Santo Domingo, a decírselo y darle cuenta de todo. Esto fue aún antes que el Provincial lo tuviese dejado, porque en todo el lugar no teníamos quien nos quisiese dar parecer; y así decían que sólo era por nuestras cabezas. Yo le dije todo lo que pensábamos hacer y algunas causas: No le dije cosa de revelación ninguna, sino las razones naturales, que me movían; porque no quería yo nos diese parecer sino conforme a ellas.


Él nos dijo que le diésemos de término ocho dias para responder, y que si estábamos determinadas a hacer lo que él dijese. Yo le dije que sí; mas aunque yo esto decía, y me parece lo hiciera (porque no veía camino por entonces de llevarlo adelante), nunca jamás se me quitaba una seguridad de que se había de hacer. Me parecía imposible dejarse de hacer. Estando así muy fatigada, encomendándome a Dios, comenzó Su Majestad a consolarme y a animarme. Me dijo que aquí vería lo que habían pasado los santos que habían fundado las religiones, que mucha más persecución tenía que pasar de las que yo podía pensar; y que no se nos diese nada (V 32, 14-16).



¡ Hace falta tener valor, para seguir adelante en aquel mundo de contrariedades! Teresa lo tuvo.

No era impasible ante los golpes que recibía de todos. Pero era irrefrenable. resistiendo contra viento y marea. Por primera vez fue consciente de que el imperativo de Dios prevalece siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario