martes, 25 de octubre de 2011

A TERESA LE DECÍAN QUE SU PROYECTO DE NUEVO CONVENTO ERA UN SUEÑO









Para Teresa su confesor era como un representante de Jesucristo, y le había prometido obediencia en todo lo que le dijese.Pues un día se encontró con lo que no podía ni sospechar. Le dió un mandato, no de palabra por la ventanilla del confesonario, sino por escrito: que en adelante se abstuviera de volver a hablar de su proyectado nuevo convento, porque era todo un sueño. En confesor conocía toda la verdad, la verdad de que el Señor le había inspirado la idea de fundarlo, y que estaba obligado a guardar secreto.



Teresa no pudo reprimir su desconcierto. Si esta inspiración divina es un sueño, toda mi vida espiritual sería una mera ilusión. Entonces, ¿ es que vivo en el engaño? ¿ Será que mi encuentro con Dios es irreal ? Se averguenza de que su alma esté sometida a semejante confesor, y piensa que Dios no puede permitir que tal fraile jesuita siga en la ciudad. Como así sucedió. Es mejor que la escuchemos a la protagonista, y cómo se tomó muy en serio el escrito del confesor:



Lo que mucho me fatigó fue una vez que mi confesor, como si yo hubiese hecho cosa contra su voluntad, me escribió que ya vería que era todo sueño en lo que había sucedido, que me enmendase de allí adelante en no querer salir con nada ni hablar más en ello, pues veía el escándalo que había sucedido; y otras cosas, todas para dar pena.


Esto me la dió mayor que todo junto, pareciéndomen si había sido yo ocasión y tenido culpa en que se ofendiese, y que si estas visiones eran ilusión, que toda la oración que tenía era engaño y que yo andaba muy engañada y perdida. Me apretó esto en tanto extremo, que estaba toda turbada y con grandísima aflicción. Mas el Señor, que nunca me faltó - que en todos estos trabajos, que he contado, hartas veces me consolaba y esforzaba, que no hay para qué decirlo aquí-, me dijo entonces: que no me fatigase, que yo había mucho servido a Dios y que no le había ofendido en aquel negocio; que hiciese lo que me mandaba el confesor en callar por entonces, hasta que fuese tiempo de tornar a ello. Quedé tan consolada y contenta, que me parecía todo nada, la persecución que había sobre mí.


Pues estuve en este silencioo, y no entendiendo ni hablando en este negocio cinco seis meses, y nunca el Señor me lo mandó. Yo no entendía qué era la causa, mas no se me podía quitar del pensamiento que se había de hacer. Al fin de este tiempo, habiéndose ido de aquí el rector que estaba en la Compañía de Jesús, trajo Su Majestad aquí otro muy espiritual y de gran ánimo y entendimiento y buenas letras, a tiempo que yo estaba con harta necesidad (V 33, 3 y 7 ).


El nuevo Rector del Colegio de la Compañía de Jesús, el jesuita Gaspar de Salazar, llegó a Ávila el 9 de abril de 1561. Se entrevistó con Madre Teresa y le proporcionó otro confesor. Hubo en este cambio algo muy real. Teresa, sin estar de acuerdo con el primer confesor, lo obedece, y cuenta con la certeza de que Dios lo va a cambiar por otro. Dios colabora abiertamente con Teresa en la fundación del nuevo convento. Pero todavía queda mucho camino que recorrer. Seguiremos otro día. Con mis saludos, Nicolás González

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