sábado, 24 de abril de 2010

DOMINDO DEL BUEN BASTOR

JESUCRISTO.Pintura sobre tabla, Pedro Berrugete,a.1503,
retablo mayor de la Catedral de Ávila.

Domingo de Pascua IV
Jesucristo, buen Pastor, es el tema central del Evangelio, que leemos en la Misa de este domingo.- Jesucristo es como un Pastor bueno. Con esta imagen se designba en su tiempo al que estaba al frente de un pueblo, por tener la misión de apacentarlo, de regirlo, de defenderlo y de cuidarlo.


El hombre se sentía guiado, conducido, protegido por ese guía bueno y fiel, que designaba metafóricamente con el nombre de Pastor... Esto no era nada humillante para el hombre, pues se sentía bajo una protección superior a él, bueno y fiel. La imagen del Buen Pastor es muy frecuente en los salmos y se aplica a Dios, a quien se le invoca como guia y pastor de su pueblo, su creador y señor, su fiel proveedor, que ama a su pueblo y poderosamente lo rige.


Por eso Jesucristo que es la presencia visible del pastor divino, se llama también a sí mismo el buen pastor. Y nosotros le invocamos piadosamente con palabras del salmo 22:” El Señor es mi pastor, nada me falta”. Jesucristo es mi pastor, en quien puedo confiar, al que pertenezco, a cuya conducción me someto,a cuya providencia me entrego. El está cerca de mí, me apacienta y me rige.- Dejarse guiar por este Pastor, es estar seguro de caminar por sendas rectas, porque Dios es bueno, es el Dios de toda consolación, el omnipotente, el santo, y como tal no puede querer más que nuestro bien.-


Dejarse guiar por este Pastor es estar seguro de ser llevado a verdes campiñas del espíritu donde podamos acampar, descansar en paz, y donde podamos sentirnos refrigerados en medio del trabajo y de las zozobras de la vida.

Por eso llamar a Jesucristo nuestro Pastor, el Mesias, el Cristo Salvador, no lo podemos decir sin un acto profundo de fe y de amor. Y como tal lo aceptamos gozosamente. Y podemos seguir diciendo con el salmista: “ Aunque camine por cañadas oscuras, por barrancos tenebrosos, nada temo, porque tú estás conmigo”..- Pretender que Jesucristo nos conduzca sólo por sendas fáciles es una utopía. A cada uno de nosotros la vida nos leva por senderos tortuosos, caminos en que nos vemos asaltados, como oveja descarriada, por los lobos de la existencia, por buitres ambrientos... Lo que Cristo proporciona al caminante es no temer mal alguno. Caminando con El o El con nosotros, no podemos temer mal alguno. No cambia la naturaleza del camino, lo que cambia es la situación, el ánimo del viadante. Pues todo lo que nos rodea y oprime, lo que nos cansa o desespera, no es en el fondo mal alguno, sino el camino normal de la vida y de la salvación.


Señor mio, Jesucristo: “ Porque Tú estás conmigo, no temo mal alguno”.

















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