jueves, 5 de diciembre de 2013


SOLEMNIDAD DE  LA INMACULADA,-8 DICIIEMBRE.

(.Prevalece sobre la Misa del II domingo de Adviento)

En esta fiesta de la Inmaculada la Iglesia nos recuerda que María de  Nazaret fue preservada de todo pecado a lo largo de toda su vida,es decir, desde el momento de ser concebida en el seno de su madre santa Ana hasta la muerte,  por una singular gracia y don  de Dios omnipotente. Saludémosla nosotros con el mismo saludo del Angel: “Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo”. Fue la llena de gracia desde el primer momento de su concepción, la purísima, la morada viva de Dios. En Ella habita el Señor, en Ella encuentra el lugar de su encarnación. El lugar de su descanso. Ella es la casa viva de Dios, que habita en el corazón del hombre vivo, que le ama y le acoge. Ella dice SI al Señor, se pone plenamente a su disposición, y así se convierte en el templo vivo de Dios.

Al celebrar esta fiesta de la Inmaculada, lo primero que aparece  es el amor gratuito de Dios a aquella humilde y sencilla mujer de Nazaret llamada María, porque la gracia que Dios la concedió de ser Inmaculada, no fué por mérito de ella, sino por pura iniciativa amorosa de Dios. Lo mismo que ella, todos los hombres y mujeres somos justificados gratuitamente mediante un acto soberano y liberador del mismo Dios, pues “todos somos justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús” (Rom.3,24). El amor de Dios se adelanta a toda posible correspondencia del hombre, manifestando una gratuidad sin límites en su amor hacia nosotros. A ese amor de Dios, la Virgen María respondió amándole sobre todas las cosas, acatando su voluntad.

 Aprendamos de  María Inmaculada  que quien se pone totalmente en manos de Dios, encuentra la verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de la libertad para el bien. El hombre que se dirige hacia Dios, no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con Dios , que es grande, el hombre se hace grande, se hace divino, llega a aser  verdaderamente él mismo

María es el signo radiante y luminoso de la iniciativa amorosa de Dios Padre, que nos ama por pura gracia y nos elige sólo por amor.

Juan Pablo II insistió que esta elección deDios “ abarca a todos los hombres, pero reserva un lugar particular a la mujer que es la Madre de Jesucristo. La elección de María es del todo excepcional y única.- Dios nos predestinó a ser santos y a reproducir la imagen de su Hijo en nuestra vida..Cada creyente lo acepta según su libertad y lo realiza según su capacidad. Pero la Virgen María participó de este don divino del modo más intenso en cuando criatura absolutamente liberada del pecado y llena de la gracia divina desde su concepción inmaculada.- La relación de nuestra Señora con el Padre celestial alcanzó su punto cumbre al convertirse en la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, al abandonarse por completo al designio de Dios, respondiendo sí al ángel que le pidió previamente su consentimiento.Respondió con amor absoluto al amor de Dios. María ha sido abrasada en ese amor, con una intensidad única y excepcional. La santidad divina, que en el Espíritu se vuelca sobre la humanidad, hizo de María una persona totalmente vaciada de si misma y poseida plenamente por Dios- 

   Veamos también  esta elección amorosa de Dios no sólo como una liberación y santificación realizada en un momento puntual, sino como una fuerza impulsora que transforma la vida entera de María  en todos los instantes de su existencia. Esta verdad nos lleva a reflexionar en nuestra propia vida personal. Descubramos  en cada uno de nosotros cualquier beneficio recibido a lo largo de la vida, primero, como  don gratuito y liberador, efecto del amor con que Dios nos ama a cada uno de nosotros; y, en segundo lugar, como un impulso del espíritu a hacernos criaturas nuevas, paso a paso, día a día. Por ello, imitemos también a la Virgen María en la acción de gracias permanente, en su fidelidad. Seamos fieles como ella a lo que Dios nos pida en cada momento, con una respuesta positiva y amorosa a su voluntad.

 

 

 

 

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