EL
CASTILLO INTERIOR O LAS MORADAS (7)
.El recurso literario y doctrinal mejor manejado por la Santa son los
símbolos.
Harta
merced me hará nuestro Señor, si alguna de ellas se aprovechare para alabarle
algún poquito más: bien sabe Su Majestad que yo no pretendo otra cosa; y está
muy claro que, cuando algo se atinare a decir, entenderán no es mío, pues no
hay causa para ello, si no fuere tener tan poco entendimiento como yo habilidad
para cosas semejantes, si el Señor por su misericordia no la da.
Siguen
los otros tres símbolos, con función complementaria. Los introduce la autora
para poner a foco un momento crucial del proceso: o el paso a la vida mística
(fuentes), o el comienzo de la unión mística (gusano de seda), o la santidad
final (símbolo nupcial). El primero de los tres centra el tema de las moradas
cuartas y señala la división de vertientes entre lo "natural y lo
sobrenatural". Son dos fuentes: una lejana, con el manantial en lo
exterior del castillo, la otra dentro, casi entreverada en los pliegues
ontológicos de lo humano. El brote de la segunda va a simbolizar el flujo de la
gracia mística. Una gracia no condicionada ya por el esfuerzo humano, pero que
brota de lo hondo del hombre y lo dilata, lo libera y lo introduce en otra
forma de vida: aquí la vida es don y gracia, mucho más que esfuerzo y lucha...
como era en las jornadas pasadas, las de la primera fuente.
El
gusano de seda es el símbolo más delicado y cuidado. Se lo introduce en las
moradas quintas (c. 2, 2) para central el punto focal: la transformación en
Cristo como término del proceso de muerteresurrección del cristiano. Las cuatro
fases de la metamorfosis del gusano calcan las cuatro jornadas centrales del
castillo: el gusano "grande y feo", que se nutre y se arrastra a ras
de tierra, señala los humildes comienzos que van hasta las moradas terceras; la
reclusión del gusano en el capullo, "con las boquillas van de sí mismos
hilando la seda y hacen unos capuchillos muy apretados adonde se
encierran" indica el paso a la vida mística, moradas cuartas; muerte (?)
de la crisálida y nacimiento de la mariposa dentro del capullo: unión a Cristo
y vida nueva, estado de las moradas quintas; vuelo libre y vida nueva de la
mariposa: etapas finales, moradas VIVII.
En
las moradas finales se entrecruzan el símbolo nupcial y la figura tipológica de
la Esposa de los Cantares. Ambos marcan el ritmo del proceso en las tres
jornadas postreras, pero apuntan sobre todo al tema culminante de las moradas
séptimas. El símbolo queda perfilado ya en las quintas. Observa la Santa:
"Ya habréis oído muchas veces que se desposa Dios con las almas
espiritualmente... Aunque sea grosera comparación, yo no hallo otra que más
pueda dar a entender lo que pretendo que el sacramento del matrimonio" (V,
4,3). Se toma por tanto la más fuerte expresión de comunicación, como símbolo
de la unión interpersonal humanodivina. Realismo y trascendencia se funden. La
Santa desdobla el símbolo en una versión bivalente. Ya lo había hecho así con
el símbolo del castillo: por un lado, bastión guerrero al natural; por otro,
castillo de orfebrería a base de cristal y diamente. Aquí se evoca el símbolo
bíblico de los Cantares, y a la vez se lo articula según el ritual sociológico
de la nobleza castellana, en tres tiempos: vistas, desposorio, matrimonio; o
sea, presentación y mutuo conocimiento de los esposos, casamiento y mutua
entrega. Corresponden a la temática de las moradas quintas, sextas y séptimas;
en un crescendo de fe: experiencia de Dios y penetración en el misterio de
Cristo (moradas V); de esperanza y amor: tensión extática y purificaciones
profundas (moradas VI); y arribo a la experiencia estable del misterio
trinitario (inhabitación) a través del misterio de la Humanidad de Cristo, con
nuevo empeño y fecundidad en la acción a favor de la Iglesia (moradas VII).
No hay comentarios:
Publicar un comentario