EL monasterio del glorioso San
José en la ciudad de Toledo,(de los principios (1).
La fundación de carlitas
Descalzas, que santa Teresa hizo en la ciudad imperial de Toledo en 1569 reune
las características mas propias de una
aventura quijotesca que el itinerario
de un proyecto religioso.
En Toledo había vivido Teresa varios meses en casa de Doña Luisa de la Cerda, mujer de la alta aristocracia, con influencia en todos los sectores sociales, administrativos y económicos.Y a su palacio fue a hospedarse al llegar a Toledo el 24 de marzo, con sus compañeras monjas. La idea de fundar en Toledo venía de atrás. Por el mes de diciembre, estando la Santa en Valladolid ocupada en esta reciente fundación y en los preparativos de la de Duruelo, recibió carta de Doña Luisa suplicándole hiciese una fundación en Toledo, ofreciéndole toda su valiosísima colaboración . Por otra, un Padre Jesuita le anticipó que un mercader toledano ofrecía sus bienes para que pudiese costearse una fundación religiosa. Cuando le rondó la muerte , lo dejó todo en las manos de un hermano que tenía. El P. Hernández comunicó a la Santa la muerte y los deseos de Martín Ramírez. Pero la Santa , acosada por el trabajo y ,sobre todo, por la enfermedad, no podía desplazarse a Toledo para recibir la herencia prometida. Tampoco podía desplazarse su “procurador” y capellán Julián de Ávila,`porque tambiém había caído enfermo en Valladolid. El 7 de Diciembre envió poderes al P. Hernández, obligándose a cumplir lo que ellos concertaran.Por otra parte, esperaba respuesta de su amiga doña Luisa de la Cerda que se había comprometido a obtener el permiso real, que era preceptivo en esta ciudad- Tampoco podía hacer una fundación sin el permiso del Obispo de la ciudad o su vicario. Pero vayamos ya conociendo la crónica de esta fundación escrita por nuestra Fundadora:
“Estaba en
la ciudad de Toledo un hombre honrado y siervo de Dios, mercader, el cual nunca
se quiso casar, sino hacía una vida como muy católico, hombre de gran verdad y
honestidad. Con trato lícito allegaba su hacienda con intento de hacer de ella
una obra que fuese muy agradable al Señor. Diole el mal de la muerte. Llamábase
Martín Ramírez. Sabiendo un padre de la Compañía de Jesús, llamado Pablo
Hernández, con quien yo estando en este lugar me había confesado cuando estaba
concertando la fundación de Malagón, el cual tenía mucho deseo de que se
hiciese un monasterio de éstos en este lugar, fuele a hablar, y díjole el
servicio que sería de nuestro Señor tan grande, y cómo los capellanes y
capellanías que quería hacer las podía dejar en este monasterio, y que se
harían en él ciertas fiestas y todo lo demás que él estaba determinado dejar en
uFna parroquia de este lugar “.
El estaba ya tan malo, que para concertar esto
vio no había tiempo, y dejólo todo en las manos de un hermano que tenía,
llamado Alonso Alvarez Ramírez, y con esto le llevó Dios -. Acertó bien; porque
es este Alonso Alvarez hombre harto discreto y temeroso de Dios y de mucha
verdad y limosnero y llegado a toda razón, que de él, que le he tratado mucho,
como testigo de vista, puedo decir esto con gran verdad.
Cuando murió Martín Ramírez, aún me estaba yo
en la fundación de Valladolid, adonde me escribió el padre Pablo Hernández, de
la Compañía, y el mismo Alonso Alvarez, dándome cuenta de lo que pasaba y que
si quería aceptar esta fundación me diese prisa a venir; y así me partí poco
después que se acabó de acomodar la casa. Llegué a Toledo víspera de nuestra
Señora de la Encarnación fuime en casa
de la señora doña Luisa, que es adonde había estado otras veces, y la fundadora
de Malagón. Fui recibida con gran alegría, porque es mucho lo que me quiere.
Llevaba dos compañeras de San José de Avila, harto siervas de Dios Diéronnos luego un aposento, como solían,
adonde estábamos con el recogimiento que en un monasterio”.
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