DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO XI C
El Evangelio de este domingo
comienza con un episodio muy hermoso, pero lleno de significado. El Señor va a
casa de un fariseo. Y estando allí sentado a la mesa, llega una mujer, pecadora
pública, se postra de rodillas ante los pies de Jesús, y llorando, se pone a
regarle los pies con sus lágrimas, mientras insistentemente le pide perdón por
sus pecados. Jesús le dijo: “Tus pecados están
perdonados.-.Tu fe te ha salvado. Vete en paz”.- Y lo que hizo entonces,
lo ha seguido haciendo en todos los siglos. Nos escucha, nos consuela con su
palabra, y así disipa la niebla de las ideologías, de las idolatrias.
Nos
levanta con su mano a través de los sacramentos, nos cura de nuestras pasiones
y de nuestros pecados mediante la absolución en el sacramento de la
Reconciliación. Nos da la capacidad de levantarnos, de estar de pie delante de
Dios y de los hombres. Y precisamente esto mismo puede acontecernos en la Misa
de cada domingo, si acudimos con fe, y pedimos de corazón perdón al Señor: el
Señor se encuentra con nosotros, nos escucha,nos toma de la mano, nos levanta y
nos perdona siempre de nuevo con el don de su palabra y con el don de sí mismo
en la Eucaristía.
Ante la sorpresa de los que
allí estaban viendo aquella escena insólita, les dice :” “Sus muchos pecados
están perdonados, porque tiene mucho amor,pero al que poco se le perdona, poco
ama”.- El amor de Dios a los hombres y el amor de los hombres a Dios: ahí está
la clave y el centro de todas las actividades de Jesús; vemos cómo su predicación,
las curaciones, los milagros y ,por último, la Pasión salen de este centro, de
su corazón, de su amor. Y aquella pecadora obtuvo el perdón, la paz, su
transformación interior, porque demostró su amor a Jesucristo, el Hijo de Dios,
como su salvador. Y así este evangelio nos enseña el centro de la fe y de
nuestra vida, es decir la primacía del amor de Dios.
Sigue diciendo el evangelio: “Después de esto iba caminando de ciudad en
ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios”. Para
eso vino al mundo; para anunciar a Dios y expulsar los demonios, las fuerzas
del mal, los pecados. Jesús no vino para traer las comodidades de la vida, sino
para traer la condición fundamental de nuestra dignidad, para traernos el
anuncio de Dios, la presencia de Dios, y de esa forma vencer las fuerzas del
mal. Con gran claridad nos indica esta prioridad de Dios: ha venido para
reconciliarnos con Dios. Dios es nuestro creador, Dios nos ha dado la vida,
nuestra dignidad :a él sobre todo, debemos dirigirnos. Donde no se respeta a
Dios, tampoco se respeta al hombre, ni a la naturaleza. Sólo si descubrimos el
esplendor de Dios reflejado en el rostro del hombre, el hombre, imagen de Dios,
está protegido con su dignidad, que luego nadie puede violar.
Que
podamos decir al Señor cuando rezamos el Padre nuestro, de todo corazón y de
verdad:” Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que
nos ofenden”.- Yo quiero, Señor, aguantar a los demás como tú me aguantas a
mí...; yo quiero soportar a los demás como tú me soportas a mí”.. Tener
misericordia con todos, peroen especial con el prójimo que sufre, con el que
nos ha ofendido. El perdón es una actitud típicamente cristiana. Lo propio del
cristiano es saber dominarse, saber perdonar, saber esperar. Imitando a
Jesucristo.
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