LA
FUNDACIÓN DE TOLEDO ( EN BUSCA DE LA LICENCIA ECLESÁSTICA .2)
En Toledo la dulce
y recatada Madre Teresa, cansada de intermediarios para conseguir la preceptiva
licencia , que tenía que otorgar el gobernador eclesiástico, un día se remangó
sus brazos y le esperó a la puerta de la iglesia donde iba a celebrar
Misa.Gobernaba la archidiócesis en sustitución del Arzobispo Carranza.
¡Quién lo iba a decir! Por las calles de Toledo nuestra monja
carmelita atraía a más admiradores y la buscaban más que si fuera la reina de
España. Pero a la hora de la verdad nadie apostaba por convencer a don Gómez
Tello Girón.
El anterior Arzobispo Cardenal Mendoza había dispuesto no permitir
en sus días la erección de nuevos conventos- Había 24 de monjas, y algunos con
140 dominicas, 150 benedictinas, entre todas 1200 religiosas en total. Esa
disposición la daban por caducada. A Madre Teresa le hacía tanta falta esa
licencia como el comer. Cansada de tanto esperarla, un día Madre Teresa se
plantó a la puerta de la iglesia a donde iba diariamente a celebrar Misa y le
espetó que siendo rico, bien vestido y con toda autoridad, no cabía esperar que
se compadeciera de unas pobres monjas, descalzas y mal vestidas,que sólo
buscaban permiso para hacer un convento de no más de veinte monjas de clausura.
Yo
tampoco podía acabar con el gobernador que me diese la licencia (que en este
tiempo no había Arzobispo) , aunque esta señora adonde estaba lo procuraba
mucho y un caballero que era canónigo en esta iglesia, llamado don Pedro
Manrique, hijo del Adelantado de Castilla: era muy siervo de Dios, y lo es, que
aún es vivo, y con tener bien poca salud, unos años después que se fundó esta
casa se entró en la Compañía de Jesús, adonde está ahora; era mucha cosa en este lugar, porque tiene
mucho entendimiento y valor; con todo, no podía acabar que me diesen esta
licencia, porque cuando tenía un poco blando el Gobernador, no lo estaban los
del Consejo . Por otra parte, no nos acabábamos de concertar Alonso Alvarez y
yo, a causa de su yerno, a quien él daba mucha mano . En fin, vinimos a
desconcertarnos del todo.
Yo no sabía qué me hacer, porque no había
venido a otra cosa y veía que había de ser mucha nota irme sin fundar. Con
todo, tenía más pena de no me dar la licencia que de lo demás; porque entendía
que, tomada la posesión, nuestro Señor lo proveería, como había hecho en otras
partes. Y así me determiné de hablar al Gobernador, y fuime a una iglesia que
está junto con su casa y enviéle a suplicar que tuviese por bien de hablarme.
Había ya más de dos meses que se andaba en procurarlo y cada día era peor. Como
me vi con él, díjele que era recia cosa que hubiese mujeres que querían vivir
en tanto rigor y perfección y encerramiento, y que los que no pasaban nada de
esto, sino que se estaban en regalos, quisiesen estorbar obras de tanto
servicio de nuestro Señor. Estas y otras hartas cosas le dije con una
determinación grande que me daba el Señor. De manera le movió el corazón, que
antes que me quitase de con él, me dio la licencia.
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