lunes, 17 de diciembre de 2012








     PERDÓNANOS, SEÑOR, PORQUE NOSOTROS PERDONAMOS

Santa Teresa dedica el capítulo 36 de Camino a comentar esta petición del Paternoster. Después de orar sobre el cumplimiento de la voluntad de Dios y en el misterio de la Eucaristía, aborda el problema del perdón.

Le parece que Dios se conforma con muy poco por nuestra parte para otorgarnos la inmensa grandeza del don de su perdón. Máxime cuando uno sólo ha necesitado perdonar unos pequeños agravios que otros nos hayan hecho, como el quitarnos un poco de honra o hacernos algo de menos; e incluso ninguna ofensa, como a Teresa se le ocurre decirle a Dios: a mí nadie me ha ofendido, por eso no he tenido necesidad de perdonar a nadie, asique, Tú Señor tendrás que perdonarme mis pecados absolutamente gratis.

Lo más impresionante en la petición, tal como Jesús la formuló, es su radicalismo evangélico, al emparejar el perdón de Dios con el nuestro: el que El nos da y el que ofrecemos nosotros. He aquí la expresión de esos sentimientos de Teresa, en unas pinceladas selectas:

“Que una cosa tan grave y de tanta importancia como que nos perdone nuestro Señor nuestras culpas…se nos perdonen con tan baja cosa como es que perdonemos”.

“¿Qué hará una pobre como yo, que tan poco ha tenido que perdonar y tanto que se me perdone?” .”De balde me habéis, Señor, de perdonar”.

“¡Qué estimado del Señor debe ser este amarnos unos a otros! Como nos conoce por tan amigos de esta negra honra, y como cosa más dificultosa de alcanzar de nosotros…la dijo y se la ofrece al Padre de nuestra parte”.

“Vendremos a pensar que hemos hecho mucho si perdonamos una cosita de éstas, que ni era agravio ni injuria ni nada; y muy como quien ha hecho algo vendremos a que nos perdone el Señor, pues hemos perdonado. Danos, mi Dios, a entender que no nos entendemos y que venímos vacías las manos, y perdónanos vos por vuestra misericordia”(CP 36, 1-6)


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