DOMINGO III DE ADVIENTO C.- 16 diciembre 2012
En este tercer domingo de Adviento el Señor
,desde las primeras palabras de la primera lectura, el Señor nos invita a
cambiar la tristeza en gozo, el desierto de nuestro corazón en un jardín de
virtudes. Lo expresa con imágenes simbólicas tomadas de la naturaleza, para
situarnos ante las fiestas jubilosas de la Navidad :” El desierto y el yermo
se regocijarán, se alegrarán el páramo y
la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría”.
Y en el mismo texto añade : “Sed fuertes, no temáis...Mirad a vuestro Dios”. Si
somos constantes en pensar en Dios, en mirarle con los ojos de la fe, en rezar,
en darle gracias en cualquier ocasión, experimentaremos el gozo interior,
alegría y paz, incluso en medio de las adversidades y contradicciones..
¿Será posible estar siempre alegres, de
verdad ? ¿Puede estar alegre el enfermo, el que pierde a un ser querido, el que
es calumniado, el que padece injusticias, el que envejece ?-Desde la
experiencia cristiana, la respuesta no ofrece ninguna duda: “Siempre es posible
estar alegres , si uno confía en el Señor”. Ahí está el secreto, la fuente de
la verdadera y permanente alegría. Vivir referidos a Dios, en comunión con él, bajo
su mirada, es vivir en la alegría.”La
mirada de Dios viste de alegría al mundo y todo viviente, que cree en El”. Vivir cerrados a Dios, alejados de El, es
quedar presos de la tristeza, y del desánimo.
La sagrada Escritura está llena de estas
consideraciones para vivir la alegría cristiana : “El Señor tu Dios, en medio
de tí, es un guerrero que salva. El se goza y se complace en tí, te ama y se
alegra con júbilo como en día de fiesta”. El profeta Isaias, en medio de tantas
persecuciones contra él, exclamaba :” Desbordo de gozo con el Señor, y me
alegro con mi Dios”. La Virgen María en su precioso cántico del M;agníficat
exclama: “ Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la
humillación de su exclaba y ha hecho obras grandes por mí”.
Vivimos nuestra fe en medio de frecuentes
contradicciones y dificultades, en medio de tanta miseria humana y tantos
sufrimientos. También sentimos la tentación de buscar la alegría en el placer,
en el dinero, en el confort, en la seguridad material...Pero ahí no se
encuentra la verdadera alegría, sino tantas veces la aflicción, el tedio, la
desilusión , la angustia e incluso la desesperación.- En cualquier situación,
nada ni nadie nos puede impedir esperar la alegría, si ponemos nuestra
confianza en el Señor. Tenemos que descubrirla en múltiples ocasiones que Dios
nos pone en el camino: la alegría de la existencia y de la vida; la alegría de
la amistad; la alegría tranquilizadora de la naturaleza; la alegría del trabajo
bien hecho; la alegría del deber cumplido, del sacrificio por los demás... Pero
sobre todo la alegría de nuestra fe en el amor misericordioso de Dios, la
alegría de sentirnos hijos de Dios, la de vivir con Dios y para Dios.- Por eso
podemos decir con toda verdad :” Mi fuerza y mi poder es el Señor”.”Se alegra
mi espíritu en Dios mi salvador”-. Se alegra el alma poseida por el espíritu
que procede del Padre, comunicado por la gracia a todo aquel que la invoca y se
muestra disponible a su acción íntima. Es el espíritu el que suscita en el
corazón humano una plegaria filial impregnada de acción de gracias, que brota
de lo íntimo del alma, en la oración y se expresa en la alabanza...”Manteneos
firmes, porque la venida del Señor está cerca”.
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