LA FE LE DECÍA QUE ESTABA BIEN ALLÍ
Santa Teresa profesa una fe absoluta en la presencia de Cristo en el pan y el vino consagrados por el sacerdote en la santa Misa. Tenía la misma certeza que si lo viera con los ojos de la cara. Y Cristo se hace presente para entrar en comunión directa y personal con el creyente.
Cristo está ahí para que nos lleguemos a El. Para invitarle a entrar “dentro de mí”. En segundo lugar, está ahí, no sólo para comunicar sus grandezas, sino para comunicarse Él de persona a persona. La clave y el parámetro de esa comunicación entre las personas se halla en el grado de fe y amor con que se le recibe, y el deseo de poseerle: “no viene tan disfrazado, que…de muchas maneras no se dé a conocer conforme al deseo que tenemos de verle; y tanto lo podéis desear, que se os descubra del todo”. La escuchamos. Teresa dice:
Que cuando comulgaba, ni más ni menos que si le viera con los ojos corporales entrar en su posada el Señor, y procuraba esforzar la fe, para que ( como creía verdaderamente entraba este Señor en su pobre posada) desocupábase de todas las cosas exteriores cuando le era posible y entrábase con él. Procuraba recoger los sentidos para que todos entendiesen tan gran bien; digo, no embarazasen al alma para conocerle.
Considerábase a sus pies y lloraba con la Magdalena, ni más ni menos que si con los ojos corporales le viera en casa del fariseo, y aunque no sintiese devoción, la fe le decía que estaba bien allí.
Esto pasa ahora y es entera verdad, y no hay para qué irle a buscar en otra parte más lejos; sino que, pues sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes de pan, que está con nosotros el buen Jesús, que nos lleguemos a él. Pues si, cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos pues está en nuestra casa? Y no suele su Majestad pagar mal la posada si le hacen buen hospedaje (CP 34, 7-8).
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