EL QUE
CONOCE LO MUCHO QUE LE HA PERDONADO DIOS, PERDONA CON TODA FACILIDAD
Santa Teresa relaciona la oración con el perdón, hasta el punto de
concluir que si uno se cree que hace oración de verdad, y no acierta a perdonar
automáticamente al que le ha ofendido, es que su oración es todavía imperfecta.
Se pregunta y nos pregunta: la oración verdadera ¿ es o no es un generador de
perdón incondicional y de amor a ultranza? ¿ Qué capacidad y qué facilidad de
perdón real produce la oración en el orante?
Y Teresa no se refiere precisamente a aquellas “cositas que llaman
agravios, con las que parece hacemos casas de pajitas, como niños”, sino a los
casos importantes, a los pisotones en el amor propio, a las calumnias, a las
situaciones extremas de humillación…¿qué capacidad de encajar golpes ha
adquirido el orante que dice al Padre una y otra vez ”perdóname, que perdono”?
El verdadero y perfecto orante no anda en titubeos y reticencias a la
hora de perdonar. Conoce bien la trascendencia del perdón vivido por Cristo.
Sabe por experiencia que cada ocasión solemne de perdonar injurias u
ofensas aporta “oro” y “joyas”, y como
tales la aprecia “porque tiene entendido que estos tesoros les han de hacer
ricos”. Ha de “allanarse hasta quedar muy bien con quien le injurió”. La
escuchamos:
A estos buenos orantes pésales les
tengan por más de lo que son, y sin ninguna pena desengañan, sino con gusto…Mas
lo primero, que es estar determinados a sufrir injurias y sufrirlas aunque sea
recibiendo pena, digo que muy en breve lo tiene quien tiene ya esta merced del
Señor de tener oración hasta llegar a unión; y que si no tiene estos efectos y
sale muy fuerte en ellos de la oración, crea que no era la merced de Dios, sino
alguna ilusión y regalo del demonio, porque nos tengamos por más honrados.
En breve tiempo se hace con fortaleza,
y ya que no la tenga en otras virtudes, en esto de perdonar, sí. No puedo yo
creer que alma que tan junto llega de la misma misericordia donde conoce la que
es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda
facilidad y quede allanada en quedar muy bien con quien la injurió (CP 36,
8-12).
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