DOMINGO 32 A
También, este domingo, el Evangelio nos refiere por medio de una parábola, un mensaje que tenemos que aprendernos de memoria y recordarlo frecuentemente: “Velad, porque no sabeis ni el día ni la hora”. Digámoslo con otras palabras : No viváis distraídos, vivid atentos ; mirad que el mundo, las costumbres de la vida en las que estáis envueltos, son una asechanza para vivir a vuestro antojo; velad, porque hay acciones malas, que son verdaderamente pecado; que somos seres dañados y enfermos. Esta es la lección de siempre, que impone atención, seriedad, penitencia.
También, este domingo, el Evangelio nos refiere por medio de una parábola, un mensaje que tenemos que aprendernos de memoria y recordarlo frecuentemente: “Velad, porque no sabeis ni el día ni la hora”. Digámoslo con otras palabras : No viváis distraídos, vivid atentos ; mirad que el mundo, las costumbres de la vida en las que estáis envueltos, son una asechanza para vivir a vuestro antojo; velad, porque hay acciones malas, que son verdaderamente pecado; que somos seres dañados y enfermos. Esta es la lección de siempre, que impone atención, seriedad, penitencia.
Pero “velad”, no sólo para no caer en la tentación que lleva al mal, sino también “velad” para descubrir cuánta gente buena hay a nuestro alrededor, cuanta belleza hay en el mundo. Y preguntarnos ¿Por qué?.- Porque el mundo es criatura de Dios, porque ha salido de sus manos. Los progresos, los trabajos, las técnicas son emanaciones de la eterna sabiduría y armonía con la que Dios creó el mundo. No dejemos que se nos apague la luz del corazón, como aquellas doncellas del evangelio, que dejaron apagar sus lámparas de aceite, y se quedaron a ciegas en la noche. El mensaje del Evangelio de hoy es bien claro: sed capaces de abrir los ojos y de fijaros en todas las partes donde hay una huella de Dios, descubriendo la armonía del universo, de la materia, de las energias de la vida, del valor del trajo humano, de la bondad de los hombres.
“Velad”, “vigilad” para no caer en la rutina, en la mediocridad, en la imprudencia. Luchad contra la temeridad y la negligencia. Evitad los pecados de omisión. Por no estar atentos, podemos dejar de hacer el bien: podemos perder oportunidades que ya nunca se volverán a presentar.
El Evangelio nos invita también a estar atentos a la palabra que Dios nos dirige a través de nuestra conciencia, o de la lectura de las sagradas escrituras, o en la oración, o del Papa y de nuestros obispos. Dios nos dirige constantemente palabras de aliento, de verdad, de esperanza. De luz. Es lo mismo que nos recuerda San Pablo en la 2ª lectura: “ no os aflijais como los hombres sin esperanza”.- “Velad, porque no sabeis qué día ha de venir nuestro Señor”..
La vigilancia caracteriza, por tanto, la actitud del cristiano. El cristiano es hijo de la luz, no de las tinieblas del pecao, por eso debe estar despierto y resistir a las tinieblas de la desesperación, y
del mal.
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