jueves, 17 de noviembre de 2011

EL TIEMPO QUE ESTUVE EN AQUELLA CASA,LAS PERSONAS DE ELLA SE MEJORABAN EN SERVIR A DIOS




Teresa, humilde y discreta, vistiendo su sarga parda, debió impresionar a las señoras con trajes lujosos y collares de perlas preciosas. La monja era la mejor joya que doña Luisa de la Cerda podía exhibir a sus amigas de la alta sociedad toledana.




Teresa no perdió el tiempo. En su mente le rondaba siempre la idea de hacer negocio. En Ávila había tenido que abandonar el negocio de su nuevo convento. En Toledo se propuso ganar para Dios a todo el personal del palacio de La Cerda. No podía hacer otra cosa mejor.





A la primera que conquistó, para mejor servir a Dios, fue a la señora de la casa, que terminó siendo temerosa de Dios, y empezó a destacar por su humildad y llaneza. Virtudes que contagiaron a todas las personas de palacio.




Pero no paró ahí su influencia. Un día, asistiendo a Misa, le dijo a Jesús Sacramentado que el cura celebrante podía ser un buen sujeto para amigo común. Y se fue derecho a él para saber en qué disposición estaba para darse del todo a la oración y a la penitencia, en definitiva, para ser un santo. La escuchamos:



Fue el Señor servido, que el tiempo que estuve en aquella casa se mejoraban en servir a Su Majestad las personas de ella, aunque no estuve libre de trabajos y algunas envidias que tenían algunas personas del mucho amor que aquella señora me tenía. Debían, por ventura, pensar que pretendía algún interés.



Estando allí, acertó a venir un religioso, persona muy principal y con quien yo muchos años había tratado algunas veces. Y, estando en misa en un monasterio de su Orden, que estaba cerca de donde yo estaba, me dió deseo de saber en qué disposición estaba aquella alma, que deseaba yo fuese muy siervo de Dios; y me levanté para irle a hablar. Fuíle a llamar y vino a hablarme a un confesonario. Le comencé a preguntar, y él a mí de nuestras vidas. Yo le comencé a decir que había sido la mia de muchos trabajos de alma.





Díjeselo debajo de confesión. Miré los grandes talentos y partes que tenía para aprovechar mucho, si del todo se diese a Dios; porque esto tengo yo de unos años acá, que no veo persona que mucho me contente, que luego querría verla del todo dar a Dios, con unas ansias que algunas veces no me puedo valer. Y aunque deseo que todos le sirvan, estas personas que me contentan es con un gran ímpetu, y así importuno mucho al Señor por ellas. Con el religioso que digo, me acaeció así. Aunque yo le tenía por bueno, no me contentaba, pues le quería muy bueno- Y así le dije: Señor, no me habeis de negar esta merced; mirad que es bueno este sujeto para nuestro amigo (V 34,5-8).





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