FUNDACIÓN EN SALAMANCA (2)
En el otoño de 1570, Teresa de Jesús consiguió la licencia del
Obispo de Salamanca y buscó una casa para su nuevo convento. La escuchamos:
“ Parecíame a mí que en teniendo la licencia del Ordinario tenía
hecho el monasterio, según se me hacía fácil. Y así luego procuré alquilar una
casa que me hizo haber una señora que yo conocía, y era dificultoso por no ser
tiempo en que se alquilan y tenerla unos estudiantes, con los cuales acabaron
de darla cuando estuviese allí quien había de entrar en ella. Ellos no sabían
para lo que era, que de esto traía yo grandísimo cuidado, que hasta tomar la
posesión no se entendiese nada; porque ya tengo experiencia lo que el demonio
pone por estorbar uno de estos monasterios. Y aunque en éste no le dio Dios
licencia para ponerlo a los principios, porque quiso que se fundase, después
han sido tantos los trabajos y contradicciones que se han pasado que aún no
está acabado del todo de allanar, con haber algunos años que está fundado
cuando esto escribo (1575-1576) , y así creo se sirve Dios en él mucho, pues el
demonio no le puede sufrir”.
M. Teresa tuvo que enfrentarse con el miedo horrible de su
compañera. Dado que tuvieron que salirse de la casa los estudiantes que la
habían ocupado hasta entonces, María del Sacramento desconfiaba de que alguno
se habría quedado oculto en cualquier rincón de la casona, y que podían
aparecer en cualquier momento. Cualquier ruido de una ventana mal cerrada o de
una puerta empujada por el viento la asustaba.
El viaje
desde Ávila a Salamanca les ocupó tres días.Tuvieron que soportar la nieve, los
frios, las zozobras de perder el camino,y la poca salud de la Fundadora. Sólo
la certeza de saber que Dios quería esa nueva fundación,la motivó a seguir
adelante .La escuchamos:
“ Llegamos víspera de Todos Santos, habiendo
andado harto del camino la noche antes con harto frío, y dormido en un lugar,
estando yo bien mala. No pongo en estas fundaciones los grandes trabajos de los
caminos, con fríos, con soles, con nieves, que venía vez no cesarnos en todo el
día de nevar, otras perder el camino, otras con hartos males y calenturas,
porque, gloria a Dios, de ordinario es tener yo poca salud, sino que veía claro
que nuestro Señor me daba esfuerzo. Porque me acaecía algunas veces que se
trataba de fundación, hallarme con tantos males y dolores, que yo me congojaba mucho,
porque me parecía que aun para estar en la celda sin acostarme no estaba; y
tornarme a nuestro Señor, quejándome a Su Majestad y diciéndole que cómo quería
hiciese lo que no podía, y después, aunque con trabajo, Su Majestad daba
fuerzas, y con el hervor que me ponía y el cuidado, parece que me olvidaba de
mí”.
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