DOMINGO XVIII C.- Dia 4 de agosto.
Cada
vez sabemos más de la situación social y económica que Jesús conoció en la
Galilea de los años treinta. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades
crecía la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos
se quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros cada
vez más grandes.
En un pequeño relato, conservado por
el evangelista San Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella situación tan contraria al proyecto
querido por Dios, de un mundo más humano para todos. No narra esta parábola
para denunciar los abusos y atropellos que cometen los terratenientes, sino
para desenmascarar la insensatez en que viven instalados.
Un rico terrateniente se ve sorprendido
por una gran cosecha. No sabe cómo gestionar tanta abundancia. “¿Qué haré?”.
Su monólogo nos descubre la lógica insensata de los poderosos que solo viven
para acaparar riqueza y bienestar, excluyendo de su horizonte a los
necesitados.
El rico de la parábola planifica su
vida y toma decisiones. Destruirá los viejos graneros y construirá otros más
grandes. Almacenará allí toda su cosecha. Puede acumular bienes para muchos
años. En adelante, solo vivirá para disfrutar:”túmbate, come, bebe y date
buena vida”. De forma inesperada, Dios interrumpe sus proyectos: “Imbécil,
esta misma noche, te van a exigir tu vida. Lo que has acumulado, ¿de quién
será?”.
Este hombre reduce su existencia a
disfrutar de la abundancia de sus bienes. En el centro de su vida está solo él
y su bienestar. Dios está ausente. Los jornaleros que trabajan sus tierras no
existen. Las familias de las aldeas que luchan contra el hambre no cuentan. El
juicio de Dios es rotundo: esta vida solo es necedad e insensatez.
En estos momentos, prácticamente en
todo el mundo está aumentando de manera alarmante la desigualdad. Este es el
hecho más sombrío e inhumano: ”los ricos, sobre todo los más ricos, se van
haciendo mucho más ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se
van haciendo mucho más pobres” (Zygmunt Bauman).
Este hecho no es algo normal. Es,
sencillamente, la última consecuencia de la insensatez más grave que estamos
cometiendo los humanos: sustituir la cooperación amistosa, la solidaridad y la
búsqueda del bien común de la Humanidad por la competición, la rivalidad y el
acaparamiento de bienes en manos de los más poderosos del Planeta.
Desde la Iglesia de Jesús, presente en
toda la Tierra, se escucha el clamor de sus seguidores contra tanta
insensatez, y la reacción contra el modelo que guía hoy la historia humana, como ha puesto en evidencia con sus palabras y gestos el Papa Francisco, en las recientes JMJRIO, en Brasil
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