¿Quién lo diría? A Teresa, la mística arrobada en éxtasis de amor a Dios, que le veía y oía en el más profundo centro de su alma, le pasaba lo que a cualquiera de nosotros.Nos abre su corazón y no se averguenza en decirnos lo que pasa en su alma cuando se esconde la gracia.
El entendimiento se le escapa al control como un loco furioso que nadie le puede atar. Orgullosa de haber conquistado la verdadera libertad y de verse señoreando sobre todo lo creado, otras veces le asalta una imaginación deslumbrante, la saca fuera de sí y la esclaviza hasta el punto de sentirse atraida por lo que antes había aborrecido.
Otras veces me hallo que tampoco cosa formada puedo pensar de Dios, ni de bien que vaya con asiento, ni tener oración, aunque esté en soledad, mas siento que le conozco. El entendimiento e imaginación entiendo yo es aquí lo que me daña, que la voluntad buena me parece a mí que está y dispuesta para todo bien. Mas este entendimiento está tan perdido, que no parece sino un loco furioso que nadie le puede atar, ni soy señora de hacerle esta quieto un credo. Algunas veces me rio y conozco mi mireria, y le estoy mirando y le dejo a ver qué hace. Y - gloria a Dios. nunca por maravilla va a cosa mala, sino indiferentes.
Conozco más entonces la grandísima merced que me hace el Señor cuando tiene atado este loco en perfecta contemplación.
Presumida ella, mujer al fin, se pregunta qué pensarían de ella, si la viesen sumida en ese desvarío secreto, las personas que la tienen por buena : Miro qué sería si me viesen este desvario las personas que me tienen por buena-
Despedazada en su interior, la memoria por un lado, el entendimiento por otro, desesperanzada concentra su mirada interior en el Dios de sus amores, provocando su ternura y su compasión: ¿ Cuándo-, Dios mio, acabaré ya de ver mi alma junta en vuestra alabanza, que os gocen todas las potencias? No permitáis, Señor, sea ya más despedazada, que no parece sino que cada pedazo anda por su lado.Esto paso muchas veces.
A Teresa le asalta también la rutina, el dulce no hacer nada, la vulgaridad.¡ Necia vulgaridad ! Adivino cómo se burlaría Teresa de sí misma cuando se quitara la venda de sus ojos. Ella, todo fuego de amor, enardecida al rojo vivo, verse sin la fuerza de otras veces, padeciendo las pequeñas cosas que le pasan a cualquiera. Todos los mortales necesitamos carecer para recibir. También Teresa. Así nos cuenta estos altibajos:
Otras veces me da una bobería de alma, que ni bien ni mal me parece que hago, sino andar al hijo de la gente, como dicen. Ni con pena, ni con gloria, ni la da vida ni muerte, ni placer ni pesar. No me parece se siente nada. Paréceme a mí que anda el alma como un asnillo que pace, que se sustenta porque le dan de comer y como casi sin sentirlo (V 30, 16-18).
Amigos del BLOG, si nos vemos retratados en estos altibajos de Teresa de Ávila, no nos falte tampoco lo que ella dice a continuación: en los deseos y en el amar bien veo me ha favorecido el Señor para que le pueda en algo servir.
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