Si el día anterior veíamos a Teresa de Jesús tan sencilla y humilde, que le pasaban cosas como a cualquier persona de la vida corriente, hoy nos va a sorprender con un fenómeno extraordinario, que ella misma describe dos páginas más adelante de las que copiamos la vez anterior. Ella lo contabiliza como algo que le ocurrió "por primera vez".
Pues, efectivamente, a esta monja carmelita le pasa de todo. Tan pronto está hablando con un caballero, padre de familia, como que se entrevista nada más y nada menos que con San Francisco de Borja, el gran Duque de Gandía y sucesor de San Ignacio de Loyola, que viene por Ávila en 1554. Y por entonces nuestra monja tiene cuarenta y un años, y es una de tantas en el monasterio de la Encarnación, según la estimación común. El primer fenómeno extraordinario que le acontece un día, estando haciendo su oración en este su convento, fue un arrobamiento o éxtasis. Nos da la certeza de un regalo explícito, que le hizo Dios. Transcribimos sus propias palabras:
El Padre ( Prádanos, Jesuita) me decía que, para contentar del todo a Dios, no había de dejar nada por hacer..., en especial en dejar algunas amistades que tenía, aunque no ofendía a Dios con ellas. Era mucha afición y me parecía a mí era ingratitud dejarlas. Y así le decía: que, pues no ofendía a Dios, que por qué había de ser desagradecida.
Él me dijo que lo encomendase a Dios unos dias y rezase el himno "Veni Creator",
para que me diese luz de cual era lo mejor. Habiendo estado un día mucho en oración y suplicando al Señor me ayudase a contentarle en todo, comencé el himno y, estándole diciendo, me vino un arrobamiento tan súbito, que casi me sacó de mí, cosa que yo no pude dudar, porque fue muy conocido.
Fue la primera vez que el Señor me hizo esta merced de arrobamiento. Entendí estas palabras : ^ya no quiero que tengas conversación con hombres, sino con ángeles^.- A mí me hizo mucho espanto, porque el movimiento del alma fue grande y muy en el espíritu se me dijeron estas palabras, y así me hizo temor; aunque, por otra parte, gran consuelo, que en quitándoseme el temor, que, a mi parecer, me causó la novedad, me quedó ( un gran consuelo) ( V.24, 5).
En la duda de qué será lo mejor para agradar a Dios, Teresa pide luz al Espíritu Creador. Y la obtuvo. Ese es el mensaje teresiano que hoy nos deja, a los amigos del BLOG. Con mis saludos, P. Nicolás
Una espiritual entrada que sosiega al alma
ResponderEliminarMis saludos
Stella