El próximo domingo, dia 23, la iglesia celebra LA FIESTA DEL ESPÍRITU SANTO, persona divina en la que creemos.En el Credo, que es el compendio de nuestra fe, confesamos expresamente:” Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida”.
Hacemos estas dos afirmaciones: señor y dador de vida.-Profesamos que el Espíritu Santo es Señor, es decir Dios en cuanto espíritu creador,creador de la vida. Es Dios venido a nuestra interioridad como huéspez del alma, que suscita en nosotros la adoración, la alabanza, el gozo, y hasta el éxtasis, como le ocurrió santa Teresa un dia víspera del Espíritu Santo:Diome un impetu grande...,parecía que el alma se me quería salir del cuerpo. Era ímpetu tan excesivo que no me podía valer. Estando en esto, veo sobre mi cabeza una paloma bien diferente de las de acá, porque no tenía estas plumas, sino las alas de unas conchicas que echaban de sí gran desplandor.
Hacemos estas dos afirmaciones: señor y dador de vida.-Profesamos que el Espíritu Santo es Señor, es decir Dios en cuanto espíritu creador,creador de la vida. Es Dios venido a nuestra interioridad como huéspez del alma, que suscita en nosotros la adoración, la alabanza, el gozo, y hasta el éxtasis, como le ocurrió santa Teresa un dia víspera del Espíritu Santo:Diome un impetu grande...,parecía que el alma se me quería salir del cuerpo. Era ímpetu tan excesivo que no me podía valer. Estando en esto, veo sobre mi cabeza una paloma bien diferente de las de acá, porque no tenía estas plumas, sino las alas de unas conchicas que echaban de sí gran desplandor.
Confesamos en el Credo que el Espíritu Santo es “dador de vida”, aliento vital que Dios infunde en quien se ve amado por El, cree en Jesucristo.-“Si creeis que Jesucristo es el hijo de Dios, recibireis el don del Espíritu". El Espíritu, como”dulce huésped del alma”.
San Juan de la Cruz, capellán que fue de este Monasterio, en el que coincidió con santa Teresa, nos invita a adorarle en nuestro interior con esta bellísima estrofa:
San Juan de la Cruz, capellán que fue de este Monasterio, en el que coincidió con santa Teresa, nos invita a adorarle en nuestro interior con esta bellísima estrofa:
“Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!"
El Espíritu Santo como dador de vida divina, nos capacita para ser hijos de Dios, e invocarle como Padre.
En las Sagradas Escrituras seleccionadas para esta Misa, leemos que el Espíritu Santo irrumpio en la sala donde estaban reunidos, en oración con María, los primeros discípulos .Lo hizo en forma de llamas de fuego sobre sus cabezas, para significar la llama de amor viva, la manifestación de Dios que es Amor. “Y en esto entró Jesús,... y exaló su aliento sobre ellos y les dijo :Id al mundo entero, proclamad el Evangelio, y haced discípulos mios”.
Y tenemos las dos imágenes con que se designa el Espíritu Santo; el fuego y el soplo o viento suave.Lámparas de fuego, en cuyos resplandores ,las profundas cavernas interiores de aquellos primeros discípulos reunidos con las puertas cerradas por miedo a los judios, recibieron luz y calor .Lámpara de fuego fue para santa Teresa y soplo inspirador de las verdades divinas, que nos ha transmitido en sus libros.
Eso mismo sigue siendo el Espíritu para nosotros también, para los hombres de todos los tiempos, para que las profundas cavernas de nuestro seno , oscuras y frias, reciban luz y calor.
¡Ven, Espíritu divino. Ven, duce huesped del alma!
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