DOMINGO XX C.Dia 18 de agosto
A simple vista nos parecen chocantes algunas expresiones de Jesucristo, que
recoge este evangelio. La primera: “ He venido a prender fuego a la tierra”, y
esta otra "¿Pensais que he venido a traer paz.. a la tierra? No, sino división".
Pensemos en la primera, la del fuego.¿De qué fuego se trata? Del fuego que
arde en el corazón de Cristo, es decir, del amor divino que ha prendido en el
corazón humano de Cristo. Desde el momento de la Encarnación, la humanidad de
Cristo participa del fuego amoroso e infinitamente intenso del mismo Dios, Con
ese fuego nos ama Cristo. De su corazón no salen tibios rayos de amor, sino
rayos de amor de una intensidad indecible, sobrenarural, divina. Ese mismo
fuego de amor quiere Cristo que arda en nuestros corazones. Quiere comunicarnos,
por el Espíritu Santo, su misma intensidad y capacidad de amar. De amarle a El
en primer lugar, en lógica reciprosidad. Por el Espíritu Santo, Jesús quiere
inflamar la llama de amor viva en el centro más profundo de la sustancia de
nuestra alma.
Vayamos ahora a la otra frase de Jesús:”No he venido a traer la paz a la
tierra sino la división”. La clave está en lo que se entiende por paz. Si se
entiende en el sentido de connivencia con todo, como si todo diera lo mismo,
esa no es la paz que nos ofrece Cristo, sino la paz como concordia en el
amor, como respeto a la condición fundamental de nuestra dignidad de hijos de
Dios y hermanos. Vino a traernos la palabra de Dios, la presencia de Dios que
es amor.- Alguno de sus oyentes no aceptaron su mensaje, otros sí. Por eso hubo
división. Y eso ocurrió entonces, y sigue ocurriendo en todos los tiempos. Hay
tantos que aborrecen a los buenos, a los santos. Ya el apostol San Juan lo
advertía: “No os sorprenda de que el mundo os aborrezca". Es que el amor, la
bondad, la justicia, el sacrificio irritan a los que practican lo contrario. No
pueden soportar que otros se comporten de distinta manera que ellos; se ven
desautorizados cuando aparece alguien cuyas obras son rectas y buenas.
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