La sociedad moderna va imponiendo cada
vez con más fuerza un estilo de vida marcado por el pragmatismo de lo
inmediato. Apenas interesan las grandes cuestiones de la existencia. Ya no
tenemos certezas firmes ni convicciones profundas. Poco a poco, nos vamos
convirtiendo en seres triviales, cargados de tópicos, sin consistencia interior
ni ideales que alienten nuestro vivir diario, más allá del bienestar y la
seguridad del momento.
Es muy significativo observar la
actitud generalizada de no pocos cristianos ante la cuestión de la “salvación
eterna” que tanto preocupaba solo hace pocos años: bastantes la han borrado sin
más de su conciencia; algunos, no se sabe bien por qué, se sienten con derecho
a un “final feliz”.
Según el relato del Evangelio de San Lucas, un
desconocido hace a Jesús una pregunta frecuente en aquella sociedad religiosa: “¿Serán
pocos los que se salven?” Jesús no responde directamente a su pregunta. No
le interesa especular sobre ese tipo de cuestiones estériles, tan queridas por
algunos maestros de la época. Va directamente a lo esencial y decisivo: ¿cómo
hemos de actuar para no quedar excluidos de la salvación que Dios ofrece a
todos?
“Esforzaos en entrar por la puerta
estrecha”. Estas son sus primeras palabras. Dios nos abre a todos la puerta
de la vida eterna, pero hemos de esforzarnos y trabajar para entrar por ella.
Esta es la actitud sana. Confianza en Dios, sí; frivolidad, despreocupación y falsas
seguridades, no.
Jesús insiste, sobre todo, en no
engañarnos con falsas seguridades. No basta pertenecer al pueblo de Israel; no
es suficiente haber conocido personalmente a Jesús por los caminos de Galilea.
Lo decisivo es entrar desde ahora en el reino Dios y su justicia. De hecho, los
que quedan fuera del banquete final son, literalmente, “los que practican la
injusticia”.
Jesús invita a la confianza y la
responsabilidad. En el banquete final del reino de Dios no se sentarán solo los
patriarcas y profetas de Israel. Estarán también paganos venidos de todos los
rincones del mundo. Estar dentro o estar fuera depende de cómo responde cada
uno a la salvación que Dios ofrece a todos.
Jesús termina con un proverbio que
resume su mensaje. En relación al reino de Dios, “hay últimos que serán
primeros, y primeros que serán últimos”. Su advertencia es clara. Algunos
que se sienten seguros de ser admitidos pueden quedar fuera. Otros que parecen
excluidos de antemano pueden quedar dentro.
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