martes, 16 de abril de 2013













FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE SAN JOSÉ, DE ÁVILA

  Inaugurado el convento, Madre Teresa entra en agonía de muerte (14)

 

A Madre Teresa le atrae el mismísimo demonio en el crítico momento en que ella esperaba disolverse por dentro en un silencio sacrosanto de gratitud a Dios y de autosatisfacción personal. La hace descender a la arena donde va librar una batalla inimaginable. Ya no se conoce a sí misma: mis  amigos puede que no lo sean; el Provincial sera mi peor enemigo; las novicias acabarán por salirse por no poder aguantar tantas penitencias ni tantas horas de oración; nadie se apiadaría de nosotras y nos moriríamos de hambre.  La escuchamos:

 

Acabado todo, sería como desde a tres o cuatro horas, me revolvió el demonio una batalla espiritual, como ahora diré. Púsome delante si había sido mal hecho lo que había hecho, si iba contra obediencia en haberlo procurado, sin que me lo mandase el Provincial ( que bien me parecía a mí le había de ser algún disgusto, a causa de sujetarle al Ordinario, por no se lo haber primero dicho; aunque, como él no lo había querido admitir, y yo no la mudaba, también me parecía no se le daría nada por otra parte), y que si habían de tener contento las que aquí estaban en tanta estrechura, si les había de faltar de comer, si había sido disparate, que quién me metía en esto, pues yo tenía monasterio. Todo lo que el Señor me había mandado, y los muchos pareceres y oraciones que había más de dos años que no casi cesaban, todo tan quitado de mi memoria como si nunca hubiera sido. Sólo de mi parecer me acordaba, y todas las virtudes y la fe estaban en mí entonces suspendidas, sin tener yo fuerza para que ninguna obrase, ni me defendiese de tantos golpes.

 

También me ponía el demonio que cómo me quería encerrar en casa tan estrecha y con tantas enfermedades; que cómo había de poder sufrir tanta penitencia, y dejaba casa tan grande y deleitosa – y adonde tan contenta siempre había estado- y tantas amigas; que quizá las de acá no serían a mi gusto, que me había obligado a mucho; que quizá estaría desesperada, y que por ventura había pretendido esto el demonio: quitarme la paz y quietud, y que así no podría tener oración estando desasosegada, y perdería el alma.

 

Cosas de esta hechura juntas me ponía delante, que no era en mi mano pensar en otra cosa; y con esto una aflicción y oscuridad y tinieblas en el alma, que yo no lo sé encarecer. De que me vi así, fuime a ver al Santísimo Sacramento, aunque encomendarme a él no podía; paréceme estaba con una congoja como quien está en agonía de muerte. Tratarlo con nadie no había de osar,porque aún confesor no tenía señalado.

 

Es cierto que me parece fue uno de los recios ratos que he pasado en mi vida; parece que adivinaba el espíritu lo mucho que estaba por pasar, aunque no llegó a ser tanto como esto, si durara más.

 

No dejó el Señor padecer mucho a su pobre sierva; porque nunca en las tribulaciones me dejó de socorrer, y así fue en ésta, que me dio un poco de luz para ver que era demonio y para que pudiese entender la verdad y que todo era quererme espantar con mentiras; y así comencé a acordarme de mis grandes determinaciones de servir al Señor y deseos de padecer por El (Vida 36, 7-9).

 

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