DOMINGO DE PASCUA III.
En el evangelio hemos
escuchado otra aparición de Jesucristo resucitado.Se aparece a algunos de los
apóstoles junto al lago de Genesaret. Habían ido a pescar, como era el trabajo normal
de los vecinos del pueblo de Cafarnaún.Habían cogido la barca al atardecer,
para pescar , aguas adentro, por la noche. Y al amanecer volvían hacia la
orilla del lago, esta vez sin haber pescado nada. De pronto ven a uno que les
grita desde la playa: “Muchachos,¿ teneis pescado?. Ellos contestaron: No-
Simón Pedro y los demás
apóstoles se encontraban nerviosos e indecisos. Hacía dias que había muerto
Jesucristo, el Maestro, a quien habían prometido seguirle, y esperaban que se
cumpliera lo que les había prometido, que resucitaría. Y esperaban que se les
apareciera. Desconocían cuándo y de que manera. Se habían agrupado algunos en
la casa de Simón Pedro a quien siguen considerándolo como su jefe natural.
Saben que cuando Jesús reaparezca resucitado lo hará allí donde Pedro esté. Ese día habían ido a pescar juntos. En
esta misma barca habían vivido junto al Maestro horas muy felices. Meses antes
de morir.habían estado conversando con el Maestro en esa misma barca y en ella
habían presenciado prodigios que había hecho como calmar fuertes tempestades
con sólo decir a las olas “enmudeced”Pero pronto la realidad de los
acontecimientos les alejó de los recuerdos Esa noche pasaban las horas y no
caía ningún pez
Y decidieron regresar a la
costa.Estaba amaneciendo cuando divisaron en la orilla una figura humana,un
hombre que les parecía joven y que les hacía gestos de acercarsey les preguntó
si tenían algo que comer. Respondieronn rotundamente que no. Pero eldesconocido
les insistió “Echad la red a la derecha de la barca y encontrareis” El consejo les pareció absurdo, pues más
sabián ellos de pesca, por ser su profesión. Pero le hicieron caso. Y en unos
minutos sintieron el tirón de la red. Habían caído muchos peces El desconocido
había hecho fuego. La luz de las llamas y una corazonada le hicieron hablar a
Juan:¡Es el Señor! Cayeron en la cuenta de que era el Maestro de siempre, que
volvía a estar con ellos como viejos amigos, amable, piadoso, extraordinario.
Era verdad: ¡Había resucitado!
Confiemos siempre en el
Señor. En cualquier circunstancia, en cualquier fracaso, el Señor nos dice:
¡No te paralices. Vuelve a echar las redes!
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