FUNDACIÓN DEL CONVENTO
DE SAN JOSÉ, DE ÁVILA
En Toledo, Madre Teresa de Ahumada sintió la
quietud del silencio(8)
En la histórica ciudad imperial, permanece unos seis
meses, de enero a junio.Fiel cumplidora del encargo que le había hecho el
Provincial, de cuidar y alentar a Doña Luisa de la Cerda. Al fallecer su marido
a primeros del año 1561 había caído en una gran depresión, que ni médicos ni
curanderas habían podido aliviar. Pero alguien había sugerido a la señora que
en Ávila había una monja con fama de santa, que no estaba obligada a guardar
clausura, y que por las calles y casas de vecindad se decía que tenía poderes
sobrehumanos.
Teresa había tenido que dejar arrinconado el
proyecto de su nuevo convento de San José. Discretísima, acunaba en su quietud
interior la esperanza de volver pronto a Ávila. Ahora estrenaba una vida, que
iba a ser la antítesis de su soñada casita conventual. Vida de palacio, donde
se daban la mano los próceres de la nación. Tuvo que aprender los títulos con los
que tenía que tratar a los que llegaban a palacio. Con toda naturalidad se fue
adaptando a la situación, hasta sentirse de igual a igual. Y comprobó que no
dejaba de tratar con aquellas tan gran señoras
“ con la libertad como si yo fuera su igual”. Pronto las caló a todas
por dentro y por fuera, hasta decir que mas que señoras eran esclavas de
convencionalismos sociales. La escuchamos:
Vi que era mujer, y tan
sujeta a pasiones y flaqueas como yo…Tienen más cuidados y trabajos y un
cuidado de tener la compostura conforme a su estado, que no las deja vivir;
comer sin tiempo ni concierto…,muchas veces los manjares más conformes a su estado que no
a su gusto. Yo la había lástima, y se la he, de ver cómo va muchas veces no
conforme a su inclinación, por cumplir con su estado…Ello es una sujeción, que
una de las mentiras que dice el mundo es llamar señores a personas
semejantes…Es así que de todo aborrecí el desear ser señora ( Vida, 34, 4)
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