FUNDACIÓN DEL CONVENTO
DE SAN JOSÉ, DE ÁVILA
Una despedida dolorosa
(10)
En Toledo había intimado con la señora de la casa, con sus amigas y con
toda la dependencia del palacio, con quien la encantaba charlar. Tenía nuevos
confesores por los que se enteraba de la marcha de sus respectivas Ördenes
religiosas y la informan de nuevos cultos eucarísticos, y se había ido
acostumbrando a seguir novenas y a oir sermones de mucha altura. Pero su
corazón la reclamaba el desprendimiento que ella misma había predicado.
Y con determinada determinación, pidió prestada la carroza de su señora,
y se puso en camino hacia Ávila.¡Se va
la santa! Las sirvientas y los recaderos salen a la puerta a despedirla,
limpiándose las lágrimas con la manga. Oigámosla:
Yo estaba tal, que ya me
era tormento tan grande, que suplique a
aquella señora tuviese por bien dejarme venir, porque ya mi confesor –como me
vió así- me dijo que me fuese, que también le movía Dios como a mí.
Ella sentía tanto que la
dejase, que era otro tormento, que le había costado mucho acabarlo cdon el
Provincial, por muchas maneras de importunaciones. Tuve por grandísima cosa
querer venir en ello, según lo que sentía; sino, como era muy temerosa de Dios
y como le dije que se le podía hacer gran servicio y otras hartas cosas, y dila
esperanza que era posible tornarla a ver; y así , con harta pena, lo tuvo por
bien.
Entendiendo yo era más
perfección una cosa y servicio de Dios, con el contento que me da contentarle,
pasé la pena de dejar aquella señoran que tanto la veía sentir, y a otras
personas a quien debía mucho, en especial a mi confesor –que era de la Compañía
de Jesús- y hallábame muy bien con él. Veía que venía a meterme en un fuego,
que ya el Señor me lo había dicho: que venía a pasar gran cruz, aunque nunca yo
pensé lo fuera tanto como después vi; y
con todo, venía ya alegre (Vida 35, 10)
No hay comentarios:
Publicar un comentario