En este capítulo 16 de Camino, Madre Teresa pone a sus lectores cara a cara con Dios. Dios no se rinde sino a quien se acerca con humildad profunda, reconociendo que todo se lo debemos a él. Humildad es andar en verdad, y la verdad es que Dios nos ama, y por amor nos ha dado la existencia, nos la conserva y nos la llena de bendiciones. Ante esta verdad, tenemos que corresponderle con virtudes grandes: amor, desasimiento de todo lo criado, mortificación y disponibilidad absoluta.
Dios no solo quiere a quien le quiere, sino a todos y no es aceptador de personas. Sus dones son absolutamente gratuito. Según el Evangelio, Jesús buscó a la oveja perdida, aceptó el arrepentimiento de la adúltera, de la Magdalena, e hizo del perseguidor Saulo un apostol fuerte y luminoso hasta dar su vida por Él.. La escuchamos:
Quiero, pues, decir que querrá Dios algunas veces hacer tan gran merced a personas que están en el mal estado, que las suba a perfecta contemplación, para sacarlas por este medio de las manos del demonio.
Digo que no vendrá el Rey el Rey de la gloria a nuestra alma (digo a estar unido con ella) si no nos esforzamos a ganar las virtudes grandes. Hay almas que entiende Dios que por este medio las puede granjear para sí; ya que las ve del todo perdidas, quiere su Majestad que no quede por él; y, aunque estén en mal estado y faltas de virtudes, dale gustos y regalos y ternura que la comienza a mover los deseos. Y esto, como digo, hace porque las prueba si con aquel favor se querrán disponer a gozarle muchas veces.
Tengo para mí que hay muchos con quien Dios nuestro Señor hace esta prueba, y pocos los que se disponen para gozar de esta merced; que, cuando el Señor la hace y no queda por nosotros, tengo por cierto que nunca cesa de dar hasta llegar a muy alto grado. Cuando no nos damos a su Majestad con la determinación que él se da a nosotros, harto hace de dejarnos en oración mental y visitarnos de cuando en cuando, como a criados que están en su viña.
Poderoso es Dios para libraros de todo, que una vez que mandó hacer el mundo fue hecho. Su querer es obrar. Pues no hayáis miedo, que si no es para más bien del que le ama, consienta hablar contra vos
; no quiere tan poco a quien le quiere. Mirad que es hermoso trueco dar nuestro amor por el suyo. Mirad que lo puede todo y acá no podemos nada sino lo que él nos hace poder. Pues, ¿ qué es esto que hacemos por vos, Señor, Hacedor nuestro? Que es tanto como nada: una determinacioncilla. Pues si lo que no es nada, quiere su majestad que merezcamos por ello el todo, no seamos desatinadas. ¡Oh Señor!, que todo el daño nos viene de no tener puestos los ojos en vos, que, si no mirásemos otra cosa sino al camino, presto llegaríamos (CP 16, 1-6)
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