El Evangelio nos recuerda el principal, el más grande mandamiento dado por Jesucristo a los hombres, el mismo que Dios había dado a los profetas: “Ama a Dios con toda tú alma, con todas tus fuerzas, con todo tú ser, y al prójimo como a tí mismo”. Jesucristo puntualiza un poco más la segunda parte:”Este es mi mandamiento, que os ameis unos a otros como yo os he amado”.- San Juan lo expresa así:”En esto consiste el amor: nó en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero”.
Veámonos, en primer lugar, amados por Dios gratuita y amorosamente. Amados por Dios a dos niveles: uno general, como formando parte de esta Humanidad creada y redimida por su Hijo Jesucristo, Dios y hombre, y otro particular, haciendo nuestra aquella expresión de San Pablo: “Cristo me amó y se entregó por mí”.- Nuestra existencia personal es la primera razón del amor que Dios nos tiene, porque la creación tiene su fuente en la sabiduría y el amor de Dios.- A Dios le debemos nuestra fe, la pertenencia a la iglesia por el bautismo, nuestra vocación..como nos recuerda el Evangelio de hoy, con palabras que cada uno debemos escuchar a Jesucristo como dichas a nosotros:” No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayais y deis fruto y vuestro fruto dure”..”A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oido a mi Padre os lo he dado a conocer”
Pero hay otra manifestación más fuerte del amor que Dios nos tiene: la pasión y muerte de Jesucristo por nosotros.” Tanto amó Dios al mundo, que le dió a su unigénito Hijo, que se entregó por nosotros a la muerte y una muerte de Cruz”. Murió como propiciación por nuestros pecados. Con su vida entera, con su vida ofrecida en la Cruz como víctima de propiciación por nuestros pecados, con su fidelidad a la verdad, con sus milagros en favor de los que más sufrían...dió constantes testimonios del amor de Dios a los hombres. Un amor universal, y enteramente desinteresado y gratuito. Si Dios nos ama, el provecho no es para El, sino para nosotros; y si nosotros le amamos a Dios, el provecho es para nosotros también, nó para El, que es absolutamente perfecto y omnipotente.“Este es mi m,andamiento: Que os ameis unos a otros como yo os he amado”:
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