Es un axioma en Teresa su convicción de la caducidad de todo lo que es temporal, y la certeza de que se puede acabar en cualquier momento, en que menos lo esperemos. Se lo dice a sí misma y se lo dice a sus monjas y a sus lectores. Comienza incluyéndose a sí misma entre los destinatarios de la doble consigna de vida y honra.
Pero sabe que sus lectoras no tienen la misma hondura de convicciones, y pasa directamente a inculcárselas: “Miréis que …, y yo os aseguro”. Hay tres momentos en el diálogo teresiano: Teresa que testifica, ella que se siente implicada en el grupo de lectoras y en la exigencia de la consigna que está impartiendo; y la interpretación expresa a “vosotras”, las lectoras. La escuchamos:
Claro está que si es verdadero religioso o verdadero orador, y pretende gozar regalos de Dios, que no ha de volver las espaldas a desear morir por él y pasar martirio. Pues ¿ ya no sabéis, hermanas, que la vida del buen religioso y que quiere ser de los allegados amigos de Dios, es un largo martirio?. Largo, porque para compararle a los que de presto los degollaban, puédese llamar largo, mas toda es corta la vida y algunas, cortísimas.
Y ¿qué sabemos si seremos de tan corta, que desde una hora o momento que nos determinemos a servir del todo a Dios se acabe? Posible sería, que, en fin, todo lo que tiene fin no hay que hacer caso de ello; y pensando que cada hora es la postrera, ¿quién no la trabajará?. Pues creedme que pensar esto es lo más seguro.
Por eso, mostrémonos a contradecir en todo nuestra voluntad, que si traéis cuidado, como he dicho, sin saber cómo, poco a poco os hallaréis en la cumbre.¡Qué gustos y deleites trae consigo esta contradicción y lo que se gana con ella! Aún en esta vida,¡qué seguridad! Aquí, como todas lo usáis, estáse lo más hecho; unas a otras se despiertan y ayudan. En esto ha cada una procurar ir delante de las otras (CP 12, 2-3)
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