POBRES Y REGALADAS NO LLEVA CAMINO
En el capítulo 11 de su libro “Camino de Perfección” Madre Teresa exhorta a sus monjas y a sus lectores sobre cómo afrontar la ineludible situación de la enfermedad. Es un tema para ella muy personal. Estuvo toda su vida enferma, pero la encaró de tal manera que no la impidió recorrer largos caminos en carromatos o a lomo de mulos, para fundar en veintisiete localidades y morir con 67 años. “Como soy tan enferma”,- dice-, y “algunas veces, fatigada de ver cuerpo tan flaco y ruin como el mío”.
Por eso conoce bien cómo liberarse de la tiranía de la enfermedad, para vivir libre de sus desasosiegos y en paz . Llama la atención que hay mucha diferencia de enfermedades a enfermedades: hay males livianos y males graves de verdad; hay flaquezas y malecillos de mujeres y enfermedades serias con fiebre.. Para nuestra Priora Madre Teresa es vital no quejarse sin verdadera causa, como puede ser un simple dolor de cabeza. Porque, si así fuera, la comunidad de doce mujeres quejitas sería insufrible. Que nos quejemos cuando de veras uno está realmente enfermo y con fiebre. La escuchamos:
Cosa imperfecta me parece, hermanas mias, quejarnos siempre con livianos males; si podéis sufrirlo, no lo hagáis. Cuando es grave el mal, él mismo se queja; es otro quejido y luego se parece ( se manifiesta por si mismo). Mirad que sois pocas y, si una tiene esta costumbre, es para traer fatigadas a todas si os teneis amor y hay caridad. Sino que la que estuviere de mal que sea de veras, lo diga y tome lo necesario; que si perdéis el amor propio, sentiréis tanto cualquier regalo, que no hayais miedo le tomeis sin necesidad ni os quejeis sin causa. Cuando la hay, sería muy peor no decirlo que tomarle sin ella, y muy malo si no os apiadasen.
Mas de eso, a buen seguro que adonde hay caridad y tan pocas, que nunca falte el cuidado de curaros. Mas unas flaquezas y malecillos de mujeres olvidaos de quejarlas, que algunas veces pone el demonio imaginación de esos dolores; quítanse y pónense. Si no se pierde la costumbre de decirlo y quejarnos de todo, si no fuere a Dios, nunca acabareis. Porque este cuerpo tiene una falta, que mientras más le regalan, más necesidades descubre. Es cosa extraña lo que quiere ser regalado; y como tiene aquí algún buen color, por poca que sea la necesidad, engaña a la pobre alma para que no medre.
Acordaos qué de pobres enfermos habrá que no tengan a quién quejarse; pues pobres y regaladas no lleva camino (CP 11, 1-2)
En el capítulo 11 de su libro “Camino de Perfección” Madre Teresa exhorta a sus monjas y a sus lectores sobre cómo afrontar la ineludible situación de la enfermedad. Es un tema para ella muy personal. Estuvo toda su vida enferma, pero la encaró de tal manera que no la impidió recorrer largos caminos en carromatos o a lomo de mulos, para fundar en veintisiete localidades y morir con 67 años. “Como soy tan enferma”,- dice-, y “algunas veces, fatigada de ver cuerpo tan flaco y ruin como el mío”.
Por eso conoce bien cómo liberarse de la tiranía de la enfermedad, para vivir libre de sus desasosiegos y en paz . Llama la atención que hay mucha diferencia de enfermedades a enfermedades: hay males livianos y males graves de verdad; hay flaquezas y malecillos de mujeres y enfermedades serias con fiebre.. Para nuestra Priora Madre Teresa es vital no quejarse sin verdadera causa, como puede ser un simple dolor de cabeza. Porque, si así fuera, la comunidad de doce mujeres quejitas sería insufrible. Que nos quejemos cuando de veras uno está realmente enfermo y con fiebre. La escuchamos:
Cosa imperfecta me parece, hermanas mias, quejarnos siempre con livianos males; si podéis sufrirlo, no lo hagáis. Cuando es grave el mal, él mismo se queja; es otro quejido y luego se parece ( se manifiesta por si mismo). Mirad que sois pocas y, si una tiene esta costumbre, es para traer fatigadas a todas si os teneis amor y hay caridad. Sino que la que estuviere de mal que sea de veras, lo diga y tome lo necesario; que si perdéis el amor propio, sentiréis tanto cualquier regalo, que no hayais miedo le tomeis sin necesidad ni os quejeis sin causa. Cuando la hay, sería muy peor no decirlo que tomarle sin ella, y muy malo si no os apiadasen.
Mas de eso, a buen seguro que adonde hay caridad y tan pocas, que nunca falte el cuidado de curaros. Mas unas flaquezas y malecillos de mujeres olvidaos de quejarlas, que algunas veces pone el demonio imaginación de esos dolores; quítanse y pónense. Si no se pierde la costumbre de decirlo y quejarnos de todo, si no fuere a Dios, nunca acabareis. Porque este cuerpo tiene una falta, que mientras más le regalan, más necesidades descubre. Es cosa extraña lo que quiere ser regalado; y como tiene aquí algún buen color, por poca que sea la necesidad, engaña a la pobre alma para que no medre.
Acordaos qué de pobres enfermos habrá que no tengan a quién quejarse; pues pobres y regaladas no lleva camino (CP 11, 1-2)
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