lunes, 9 de abril de 2012

QUITAR DE NOSOTRAS EL AMOR A ESTE CUERPO



QUITAR DE NOSOTRAS EL AMOR A ESTE CUERPO

Madre Teresa propone a sus monjas y a sus lectores que afinemos nuestra mirada para conocernos y saber distinguir lo que más favorece al desarrollo de la verdadera libertad. Para no caer en la trampa o en espejismo de la vanidad o del egoísmo. Y creer que uno es persona , dueño y señor de si mismo, cuando en realidad está apresado por las imposiciones del propio cuerpo.

¡El propio cuerpo! Forma parte esencial de la persona. Alma y cuerpo somos “nosotros mismos”, que tenemos que sanear y liberar. El cuerpo pesa sobre el espíritu, y lo oprime. “Esta escarcelita de esta pobre alma”, escribe Teresa. Dirá también que cuanto más se le regala, más necesidades descubre.

Lo que en realidad ocurre es que en nosotros la libertad no nos viene del cuerpo ni de los sentidos, sino del espíritu. Y no consiste en frenar el cuerpo y los sentidos a base de penitencias. Se trata de algo más delicado y profundo. Educar el espíritu a no dejarse rendir a las presiones del cuerpo. Purificar el deseo. La escuchamos:

Ahora, pues, lo primero que hemos de procurar es quitar de nosotros el amor de este cuerpo; que somos algunas tan regaladas de nuestro natural, que no hay poco que hacer aquí; y tan amigas de nuestra salud, que es cosa para alabar a Dios la guerra que dan (a monjas en especial, y aún a los que no lo son). Mas algunas monjas no parece que venimos a otra cosa al monasterio sino a procurar no morirnos. Cada una lo procura como puede.

Aquí, a la verdad, poco lugar hay de eso con las obras, mas no quería yo hubiese el deseo. Determinaos, hermanas, que venís a morir por Cristo y no a regalaros por Cristo. No hayais miedo nos falte discreción en este caso, por maravilla; que luego temen los confesores nos hemos de matar con penitencias. Y es tan aborrecido de nosotras esta falta de discreción, que así lo cumpliésemos todo. Las que lo hicieren al contrario, yo sé que no se les dará nada de que diga esto, ni a mí de que digan juzgo por mí, que dicen verdad. Tengo para mí que así quiere el Señor seamos más enfermas; al menos a mí me hizo gran misericordia en serlo, porque, como me había de regalar así como así, quiso fuese con causa.

No guardamos unas cosas muy bajas de la Regla, como el silencio, que no nos ha de hacer mal; y no nos ha dolido la cabeza, cuando dejamos de ir a coro (que tampoco nos mata) y queremos inventar penitencias de nuestra cabeza, para que no podamos hacer lo uno ni lo otro. Estas son cosas que puede ser pasen alguna vez, y porque os guardeis de ellas las pongo aquí; porque si el demonio nos comienza a amedrentar con que nos faltará la salud, nunca haremos nada. El Señor nos dé luz para acertar en todo (CP 10, 6-8).


No hay comentarios:

Publicar un comentario