II DOMINGO DE NAVIDAD
Este domingo segundo de Navidad nos presenta a Jesucristo como encarnación visible del Dios invisible, como manifestación del Dios escondido. A ese hombre, Jesucristo, se le llama con toda propiedad Palabra de Dios. Porque Jesucristo es todo lo que nos tiene que decir Dios. Imagen suya que nos pone delante de los ojos el amor y la bondad de Dios, imagen que saca a la luz los secretos de Dios.
Las personas, para comunicarnos algo, empleamos dos formas de lenguaje: la palabra y las obras. Así también Jesucristo, como lenguaje de Dios nos habla de dos maneras, con palabras y con el testimonio de su vida. De las dos formas. Lo mismo que nosotros: unas veces nos comunicamos nuestras intimidades con palabras, con las que nos abrimos enteramente a otros;palabras que recibimos de otros que nos elevan, que nos alientan, que nos llegan al corazón; y otras veces , nos expresamos con obras, visitando a un enfermo, paseando con un amigo, haciéndole un obsequio.. Este Evangelio, al presentarnos a Jesucristo como Palabra de Dios, nos hace recapacitar en la capacidad de la palabra como vehículo de comunicación : nuestras palabras han de ser verdaderas, lazos de unión y de amistad, fuente de alegría, semilla de esperanza, de fraternidad, de estímulo, de aliento...¡ Pero tantas veces sirven para lo contrario ! : para ofender, para mentir, para separar, para no decir nada.- En el Evangelio, Jesucristo es presentado como Palabra de Dios, palabra con fuerza, con energía, con densidad, que dice y hace. Su palabra es eficaz y viva : si entra en quien la escucha, le mueve y ablanda y llaga su corazón; le da vida. Es luz para nuestras conciencias, es fuego, es alimento, es medicina. La palabra del Señor ofrece amistad, intimidad, amor. Hace siempre lo que dice: si dice, pro ejemplo, “no temas”, esa palabra quita todos los miedos; si dice, “yo estoy contigo”te penetra su amistad y su presencia.— Escribe Sanat Teresa que en una ocasión estaba con gran fatiga, y oyó que el Señor la dijo estas palabras : “ No hayas miedo, hija, que yo soy y yo de desampararé, no temas”.- Y con estas solas palabras que oyó en su interior, dice que se vió “ sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con quietud y luz, qu en un punto vi mi alma hecha otra. ¡Oh qué buen Dios !...No sólo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras”.
Considerando la eficacia salvadora de la palabra de Dios, a nosotros nos corresponde escuchar la Palabra de Dios atentamente... Y escuchar la palabra, es abrirse al amor de Dios, manifestado en Cristo, y darle una respuesta de amor.- El Evangelio se hace eco también del rechazo de algunos oyentes a su palabra. Algunos cerraron sus oidos, y prefirieron no hacer caso a lo que Jesús les predicaba. Prefirieron seguir en tinieblas...Jesucristo se queja constantemente de esa dureza de oido y de corazón. Cerrarse a sus palabras, es cerrarse a la gracia y a la salvación, es rechazar al mismo Dios.- En cambio, los que la esuchan y la aceptan, experimentan interiormente una transformación, una iluminación. Se convierten en hijos de Dios. La palabra de Dios disipa sus penas, su aflicción, le deja sosiego,paz. Son palabras que saben a vida eterna. Jesucristo, dándonos su palabra nos da lo mejor de sí mismo: su amor. Y a través de su palabra, le encontramos a El.
El que ha aprendido a esuchar a Dios, aprende también a escuchar a los demás, y a acompañarles con palabras fraternales. Aprenderá de Jesucristo a decir a los demás palabras de aliento, de amor, de optimismo, de reconocimiento, de verdad, la palabra que otro necesite en cada momento...
sábado, 7 de enero de 2012
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