4º DOMINGO DE CUARESMA
El Evangelio de este domingo nos narra la curación de un ciego. Jesús cura al cielo por un doble motivo, para sanarle de una dolencia personal y “para que se manifestaran en El las obras de Dios. Jesucristo alude a este hombre ciego como parte de la humanidad doliente, para la cual Jesús va a ser la luz. No le cura de inmediato, como otras veces, diciendo : ¡recobra la vista!, sino de una manera un tanto desconcertante : echa un poco de saliva en el suelo, forma un poco de barro, restregó con él los ojos del ciego, y le mandó que fuera a lavarse a la piscina de Siloé. El ciego, sin entender en absoluto lo que estaba ocurriendo, pero fiado por completo en lo que Jesús le había dicho, obedeció. Y sus ojos se le abrieron al lavarse.
Pero ¿qué pasó despues?.- Cuando el ciego fue a su barrio, todos se llevaron una sorpresa, y empezaron a hacerse preguntas: ¿Era éste el ciego a quien tantas veces habían visto pidiendo por las calles?. Unos decían que sí y otros que nó. Y todos le asediaban a preguntas :¿ Cómo se te han abierto los ojos?- Y a todos les daba la misma respuesta: Jesús me restregó los ojos con barro y me lavé los ojos en la piscina y empecé a ver. Pero el prodigio les parecía tan maravilloso que no lo podían explicar; y le insultaban y maldecían. Cuando el ciego volvió a Jesús desconcertado, Jesús le preguntó: ¿Tú crees en el hombre que te curó?- Y el ciego cayó de rodillas delante de él y le respondió: “Creo, Señor”-
Jesucristo se volvió hacia los demás, y los llamó ciegos, porque no creían en una señal tan evidente de que El tenía poder de Dios, y les dijo que su misión era precisamente esa , la de ser luz del mundo. Todos estamos ciegos, de alguna manera. Porque vemos escasamente sólo la superficie de las personas, de los acontecimientos, y nos dejamos llevar de las apariencias. No vemos la verdad de las cosas. Ni siquiera nos podemos conocer a nosotros mismos, nuestras verdaderas tendencias, el verdadero rostro de nuestro corazón, lo más hermoso de la vida, de las personas. Los impulsos nos dominan y obramos por pasión, nó por racionalidad y por voluntad seria de hacer lo que demos hacer. Y estas oscuridades nuestras se convierten en estilos de vida, en criterios y en normas de conducta.-
¿Quién puede librarnos de tanta ceguera? El mismo que curó al ciego del evangelio, si creemos en El. La fe firme y ardiente iluminará nuestras tinieblas, nuestras cegueras. Sólo Jesucristo puede librarnos de nuestras oscuridades y cegueras. Pero necesitamos la fe. Tenemos que creer en su persona, en su palabra, y dejarnos llevar a la piscina de su misericordia, y lavarnos en las aguas salvadoras del bautismo, y de la penitencia, y en las aguas de su gracia y de su perdón. Por la fe en Dios se nos concede una luz nueva, para poder ver a Jesucristo como nuestro salvador, y cómo su perdón y misericordia nos dan una fuerza para hacer el bien y para hacer lo que debemos hacer. Lo peor de nuestra ceguera es que no somos conscientes de ella, no somos conscientes de que somos pecadores.
Son muchas las cosas que nos ciegan.La primera, nuestra ignorancia, Nos equivocamos tantas veces en nuestros juicios y apreciaciones, porque nos dejamos llevar por nuestros prejuicios, y porque nos ciegan nuestras pasiones. Estamos ciegos, tantas veces, de ira, de rabia, de envidia, ciegos por la ambición, por la avaricia, por la droga, por el sexo. Son cegueras funestas para la persona, porque la destruyen y matan. Estamos ciegos por las tinieblas del ambiente en que nos movemos. Vivimos en un mundo de espejismos y de luces artificiales. Las verdaderas luces que son los valores de la honradez, de la responsabilidad personal, de la humildad, de estar en paz con la propia conciencia ante Dios, de dar buen ejemplo, y de seguir los buenos ejemplos de los santos.-
Esos valores, predicados por Jesucristo entonces y ahora por la Iglesia, están en entredicho en nuestra sociedad, por unas fuerzas caóticas que envenenan las fuentes de la información.¡ Cuántas mentiras tenemos que oir y cuántas imbecilidades tenemos que aguantar! Hagamos nosotros lo que hizo el ciego del Evangelio, escuchar a Jesucristo, y creer firmemente en El. ¡Yo creo en Ti,
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