Teresa testifica la bondad de Dios y su eficacia. Dios le habla y realiza en ella lo que dice. Tiene experiencia del Dios misericordioso , que obra en ella lo El es. Nada ocurre en ella al margen de la acción de Dios. Se ha dado por entero a Dios, y se ve permanentemente invadida por Dios.
En su respuesta de amor Teresa pasa por situaciones de euforia y de desánimo. Son los altibajos típicos de cualquier proceso de enamoramiento. Máxime cuando el Otro es un Dios escondido. Aunque invisible, se deja sentir, porque obra para bien de su alma, por el gran provecho que hace su compañía.
La experiencia de Dios le cambia a Teresa su visión propia. Se ve otra. Se ve nueva. La palabra de Dios la transforma el pensamiento, los deseos, el corazón. Se encomiienda al Señor, confia en El, vive con El y para El, y emprende su camino en seguimiento auténtico con Jesucristo, su amigo verdadero. La escuchamos:
¡Oh Dios mio, quién tuviera entendimiento y letras y nuevas palabras para encarecer vuestras obras como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mio; mas si Vos no me desamparais, no os faltaré yo a Vos. Levántense contra mí todos los letrados, persíganme todas las cosas criadas, atorméntenme los demonios; no me falteis Vos, Señor, que ya tengo experiencia de la ganancia con que sacais a quien sólo en Vos confía.
Pues estando en esta fatiga, solas estas palabras bastaban para quitármela y quietarme del todo: "No hayas miedo, hija, que Yo soy y no te desampararé, no temas",- Me parece a mí, según estaba, que era menester muchas horas para persuadirme a que me sosegase, y que no bastara nadie.- Heme aquí con solas estas palabras, sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi alma hecha otra, y me parece que con todo el mundo disputara que era Dios.
¡Oh, qué buen Dios! ¡Oh, qué buen Señor y qué poderoso! No sólo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras.¡ Oh, válgame Dios, y cómo fortalece la fe y se aumenta el amor!( V.25,18).
Nos lo ha dicho nuestra Santa: la fe no empequeñece, sino fortalece; no disminuye el amor sino que lo aumenta; da ánimo, quietud y seguridad. Adios, amigos. Nicolás González
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