Ayer aprendimos el por qué y para qué Don Alonso llevó a su hija Doña Teresa al convento de Agustinas, a donde algunas familias llevaban a las niñas para que las educasen. Y nos preguntábamos si , como ocurría en algunos casos, Don Alonso metió a su hija en un internamiento, para librarla de los peligros en que la veía envuelta entre primos y chachas del servicio casero. Sigamos escuchando a nuestra protagonista:
“¡Oh Dios mío! ¡Qué daño hace en el mundo tener esto en poco y pensar que ha de haber cosa secreta que sea contra Vos! Tengo por cierto que se excusarían grandes males si entendiésemos que no está el negocio en guardarnos de los hombres, sino en no nos guardar de descontentaros a Vos”.
Cuando descubrimos que Teresa está convencida de que su padre la castiga, internándola en el convento de Santa María de Gracia, nos sale con una oración :¡Oh Dios mío que a mí me preocupe más lo que va a pensar la gente de mí, que el descontentaros a Vos!
Efectivamente, sigue preocupada de que llegue a saberse la verdadera causa de su internamiento, porque podía perder la fama de niña buena y obediente, en vez de pensar que hacía cosas que podían desagradar a Dios. En efecto, cuando ya se ve dentro del internado, en la primera semana no le duele el estar allí encerrada, sino la sospecha de que la tengan por “castigada”,como ella lo reconoce expresamente:
“Los primeros ocho días sentí mucho, y más la sospecha que tuve (de que ) se había entendido la vanidad mía, que no de estar allí”.
Pero volvió sobre sus pasos, recobró la serenidad y se dijo: ¿Por qué voy a seguir con este desasosiego? ¡Soy tonta de remate! Nunca he perdido el temor de Dios, y cuando tenía intranquilidad de conciencia, buscaba un confesor rápidamente y me ponía en paz con Dios. Importa más tener a Dios contento que tratar de contentar a los hombres.
Y empezó a gozar de la compañía de las nuevas amigas, allí dentro, hasta sentirse “mucho más contenta que en casa de su padre”.
“Porque ya yo andaba cansada y no dejaba de tener gran temor de Dios cuando le ofendía, y procuraba confesarme con brevedad. Traía un desasosiego, que en ocho días y aun creo menos estaba muy más contenta que en casa de mi padre. Todas lo estaban conmigo, porque en esto me daba el Señor gracia, en dar contento adondequiera que estuviese, y así era muy querida”.
¿La convivencia con aquellas religiosas agustinas la indujeron a ser monja como ellas? Todo lo contrario. Lo veremos otro día.
“¡Oh Dios mío! ¡Qué daño hace en el mundo tener esto en poco y pensar que ha de haber cosa secreta que sea contra Vos! Tengo por cierto que se excusarían grandes males si entendiésemos que no está el negocio en guardarnos de los hombres, sino en no nos guardar de descontentaros a Vos”.
Cuando descubrimos que Teresa está convencida de que su padre la castiga, internándola en el convento de Santa María de Gracia, nos sale con una oración :¡Oh Dios mío que a mí me preocupe más lo que va a pensar la gente de mí, que el descontentaros a Vos!
Efectivamente, sigue preocupada de que llegue a saberse la verdadera causa de su internamiento, porque podía perder la fama de niña buena y obediente, en vez de pensar que hacía cosas que podían desagradar a Dios. En efecto, cuando ya se ve dentro del internado, en la primera semana no le duele el estar allí encerrada, sino la sospecha de que la tengan por “castigada”,como ella lo reconoce expresamente:
“Los primeros ocho días sentí mucho, y más la sospecha que tuve (de que ) se había entendido la vanidad mía, que no de estar allí”.
Pero volvió sobre sus pasos, recobró la serenidad y se dijo: ¿Por qué voy a seguir con este desasosiego? ¡Soy tonta de remate! Nunca he perdido el temor de Dios, y cuando tenía intranquilidad de conciencia, buscaba un confesor rápidamente y me ponía en paz con Dios. Importa más tener a Dios contento que tratar de contentar a los hombres.
Y empezó a gozar de la compañía de las nuevas amigas, allí dentro, hasta sentirse “mucho más contenta que en casa de su padre”.
“Porque ya yo andaba cansada y no dejaba de tener gran temor de Dios cuando le ofendía, y procuraba confesarme con brevedad. Traía un desasosiego, que en ocho días y aun creo menos estaba muy más contenta que en casa de mi padre. Todas lo estaban conmigo, porque en esto me daba el Señor gracia, en dar contento adondequiera que estuviese, y así era muy querida”.
¿La convivencia con aquellas religiosas agustinas la indujeron a ser monja como ellas? Todo lo contrario. Lo veremos otro día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario