miércoles, 13 de noviembre de 2013


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 La fundación del glorioso San José de Santa Ana en  la ciudad de Burgos. Díjose la primera misa a 8 días del mes de abril, octava de Pascua de  Resurrección, año de 1582.(4)

 

Despues de conseguida la licencia del Arzobispo, había que buscar una casa en propiedad. Para que no hubiera duda, escribe la Santa: “envíame el Provisor una memoria y dice que la licencia no se dará hasta que tengamos casa propia, que ya no quería el Arzobispo fundásemos en la que estábamos, porque era húmeda, y que había mucho ruido en aquella calle; y para la seguridad de la hacienda no sé qué enredos, y otras cosas, como si entonces se comenzara el negocio, y que en esto no había más que hablar, y que la casa había de ser a contento del Arzobispo”·.

En Burgos , las carmelitas primero vivieron en casa de Doña  Catalina, a donde no se les permitió que tuvieran Misa, por lo  que tenían que salir pisando nieve o charcos de agua, a la iglesia más próxima. Luego, unos amigos les proporcionaron alojamiento en el Hospital de la Concepción, donde había Santísimo Sacramento y Misa cada día. “No nos daban sino dos piezas  y una cocina; mas tenía cargo del hospital un gran siervo de Dios, llamado Hernando de Matanza, que nos dio otras dos para locutorio y nos hacía mucha caridad, y él la tiene con todos, que hace mucho por los pobres . También nos la hacía Francisco de Cuevas, que tenía mucha cuenta con este hospital, que es correo mayor de aquí. El ha hecho siempre por nosotras en cuanto se ha ofrecido”.

El Hospital estaba muy lejos de la casa de doña Catalina, pero esta no fallaba en llevarles la comida a diario, y todo lo quen necesitasen.

Llegó el momento de buscar una casa. Vieron varias los amigos, y descartaron una, en la que la Madre puso los ojos. La escuchamos:

“Estuvimos desde la víspera de Santo Matía, que entramos en el hospital, hasta la víspera de San José, tratando de unas y de otras casas . Había tantos inconvenientes, que ninguna era para comprarse de las que querían vender. Habíanme hablado de una de un caballero; ésta había días que la vendía, y con andar tantas Ordenes buscando casa, fue Dios servido que no les pareciese bien, que ahora se espantan todos y aun están bien arrepentidas algunas. A mí me habían dicho de ella unas dos personas; mas eran tantas las que decían mal, que ya, como cosa que no convenía, estaba descuidada de ella”

“Estando un día con el licenciado Aguiar, que he dicho era amigo de nuestro padre , que andaba buscando casa para nosotras con gran cuidado, diciendo cómo había visto algunas y que no se hallaba en todo el lugar ni parecía posible hallarse, a lo que me decían, me acordé de ésta que digo que teníamos ya dejada, y pensé: aunque sea tan mala como dicen, socorrámonos en esta necesidad, después se puede vender; y díjelo al licenciado Aguiar, que si quería hacerme merced de verla”.

“ A él no le pareció mala traza. La casa no la había visto y, con hacer un día bien tempestuoso y áspero, quiso luego ir allá. Estaba un morador en ella, que había poca gana de que se vendiese y no quiso mostrársela; mas en el asiento y lo que pudo ver, le contentó mucho, y así nos determinamos de tratar de comprarla. El caballero cuya era no estaba aquí, mas tenía dado poder para venderla a un clérigo siervo de Dios, a quien Su Majestad puso deseo de vendérnosla y tratar con mucha llaneza con nosotras “

.” Concertóse que la fuese yo a ver. Contentóme en tanto extremo, que si pidieran dos tanto más de lo que entendía nos la darían, se me hiciera barata; y no hacía mucho, porque dos años antes lo daban a su dueño y no la quiso dar. Luego otro día, vino allí el clérigo y el licenciado “”, el cual, como vio con lo que se contentaba, quisiera se atara luego. Yo había dado parte a unos amigos y habíanme dicho que si lo daba que daba quinientos ducados más. Díjeselo, y él parecióle que era barata aunque diesen lo que pedía, y a mí lo mismo, que yo no me detuviera, que me parecía de balde; mas como eran dineros de la Orden, hacíaseme escrúpulo. Esta junta era víspera del glorioso padre San José, antes de misa. Yo los dije que después de misa nos tornásemos a juntar y se determinaría”.

También en esta operación el mismo Dios le aconsejó a Madre Teresa. Y san José las echó una mano. Y todo se solucionó a gusto de las Descalzas.“Nosotras nos fuimos a encomendarlo a Dios, el cual me dijo: ¿En dineros te detienes?, dando a entender nos estaba bien. Las hermanas habían pedido mucho a San José que para su día tuviesen casa, y con no haber pensamiento de que la habría tan presto, se lo cumplió. Todos me importunaron se concluyese. Y así se hizo, que el licenciado se halló un escribano a la puerta  que pareció ordenación del Señor, y vino con él, y me dijo que convenía concluirse, y trajo testigo; y cerrada la puerta de la sala, porque no supiese  (que éste era su miedo), se concluyó la venta con toda firmeza, víspera como he dicho del glorioso San José, por la buena diligencia y entendimiento de este buen amigo”.

El Arzobispo “ vino a ver la  casa, y contentole mucho”.

 

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