La
fundación del glorioso San José de Santa Ana en la ciudad de Burgos.
Díjose la primera misa a 8 días del mes de abril, octava de Pascua de Resurrección, año de 1582.(4)
Despues de conseguida la licencia del Arzobispo, había
que buscar una casa en propiedad. Para que no hubiera duda, escribe la Santa:
“envíame el Provisor una memoria y dice que la licencia no se dará hasta que
tengamos casa propia, que ya no quería el Arzobispo fundásemos en la que
estábamos, porque era húmeda, y que había mucho ruido en aquella calle; y para
la seguridad de la hacienda no sé qué enredos, y otras cosas, como si entonces
se comenzara el negocio, y que en esto no había más que hablar, y que la casa
había de ser a contento del Arzobispo”·.
En Burgos , las carmelitas primero vivieron en casa de
Doña Catalina, a donde no se les
permitió que tuvieran Misa, por lo que
tenían que salir pisando nieve o charcos de agua, a la iglesia más próxima.
Luego, unos amigos les proporcionaron alojamiento en el Hospital de la
Concepción, donde había Santísimo Sacramento y Misa cada día. “No nos daban sino dos piezas y una cocina; mas tenía cargo del hospital un
gran siervo de Dios, llamado Hernando de Matanza, que nos dio otras dos para
locutorio y nos hacía mucha caridad, y él la tiene con todos, que hace mucho
por los pobres . También nos la hacía Francisco de Cuevas, que tenía mucha
cuenta con este hospital, que es correo mayor de aquí. El ha hecho siempre por
nosotras en cuanto se ha ofrecido”.
El Hospital estaba muy lejos de la casa de doña
Catalina, pero esta no fallaba en llevarles la comida a diario, y todo lo quen
necesitasen.
Llegó el momento de buscar una casa. Vieron varias los
amigos, y descartaron una, en la que la Madre puso los ojos. La escuchamos:
“Estuvimos desde la víspera de Santo Matía, que
entramos en el hospital, hasta la víspera de San José, tratando de unas y de
otras casas . Había tantos inconvenientes, que ninguna era para comprarse de
las que querían vender. Habíanme hablado de una de un caballero; ésta había días
que la vendía, y con andar tantas Ordenes buscando casa, fue Dios servido que
no les pareciese bien, que ahora se espantan todos y aun están bien
arrepentidas algunas. A mí me habían dicho de ella unas dos personas; mas eran
tantas las que decían mal, que ya, como cosa que no convenía, estaba descuidada
de ella”
“Estando un día con el licenciado Aguiar, que he dicho
era amigo de nuestro padre , que andaba buscando casa para nosotras con gran
cuidado, diciendo cómo había visto algunas y que no se hallaba en todo el lugar
ni parecía posible hallarse, a lo que me decían, me acordé de ésta que digo que
teníamos ya dejada, y pensé: aunque sea tan mala como dicen, socorrámonos en
esta necesidad, después se puede vender; y díjelo al licenciado Aguiar, que si
quería hacerme merced de verla”.
“ A él no le pareció mala traza. La casa no la había
visto y, con hacer un día bien tempestuoso y áspero, quiso luego ir allá.
Estaba un morador en ella, que había poca gana de que se vendiese y no quiso
mostrársela; mas en el asiento y lo que pudo ver, le contentó mucho, y así nos
determinamos de tratar de comprarla. El caballero cuya era no estaba aquí,
mas tenía dado poder para venderla a un clérigo siervo de Dios, a quien Su
Majestad puso deseo de vendérnosla y tratar con mucha llaneza con nosotras “
.” Concertóse que la fuese yo a ver. Contentóme en
tanto extremo, que si pidieran dos tanto más de lo que entendía nos la darían,
se me hiciera barata; y no hacía mucho, porque dos años antes lo daban a su
dueño y no la quiso dar. Luego otro día, vino allí el clérigo y el
licenciado “”, el cual, como vio con lo que se contentaba, quisiera se atara
luego. Yo había dado parte a unos amigos y habíanme dicho que si lo daba que
daba quinientos ducados más. Díjeselo, y él parecióle que era barata aunque
diesen lo que pedía, y a mí lo mismo, que yo no me detuviera, que me parecía de
balde; mas como eran dineros de la Orden, hacíaseme escrúpulo. Esta junta era
víspera del glorioso padre San José, antes de misa. Yo los dije que después de
misa nos tornásemos a juntar y se determinaría”.
También en esta operación el mismo Dios le aconsejó a
Madre Teresa. Y san José las echó una mano. Y todo se solucionó a gusto de las
Descalzas.“Nosotras nos fuimos a encomendarlo a Dios, el cual me dijo: ¿En dineros
te detienes?, dando a entender nos estaba bien. Las hermanas habían pedido
mucho a San José que para su día tuviesen casa, y con no haber pensamiento de
que la habría tan presto, se lo cumplió. Todos me importunaron se concluyese. Y
así se hizo, que el licenciado se halló un escribano a la puerta que pareció ordenación del Señor, y vino con
él, y me dijo que convenía concluirse, y trajo testigo; y cerrada la puerta de
la sala, porque no supiese (que éste era
su miedo), se concluyó la venta con toda firmeza, víspera como he dicho del
glorioso San José, por la buena diligencia y entendimiento de este buen amigo”.
El Arzobispo “ vino a ver la casa, y contentole mucho”.
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