sábado, 28 de septiembre de 2013











La fundación de Villanueva de la Jara (3).

Madre Teresa   salió con su equipo de Malagón  antes de la cuaresma, el 13 de febrero de 1580. Y, después de recorrer 50 leguas, llega a Villanueva  el 21 de febrero. Se detiene en la Roda y en otros pueblos del camino ,siendo  recibida con expectación. Los carmelitas descalzos habían dado a conocer la santidad y cualidades excepcionales de Teresa  de Jesús por la comarca, y sus devotos salían por el camino para conocer lo que era una santa y pedir su bendición y oraciones.Había estado enferma en Malagón, pero al emprender el viaje se le acabaron todos los males.

La esperaba un recibimiento apoteósico. La escuchamos:

“Llegamos el domingo primero de la cuaresma, que era víspera de la Cátedra de San Pedro, año de 1580, a Villanueva de la Jara. Este mismo día se puso el Santísimo Sacramento en la iglesia de la gloriosa Santa Ana, a la hora de misa mayor. Saliéronnos a recibir todo el ayuntamiento y otros algunos con el doctor Ervías, y fuímonos a apear a la iglesia del pueblo, que estaba bien lejos de la de Santa Ana. Era tanta la alegría de todo el pueblo, que me hizo harta consolación ver con el contento que recibían la Orden de la sacratísima Virgen Señora nuestra. Desde lejos oíamos el repicar de las campanas. Entradas en la iglesia, comenzaron el Te Deum, un verso la capilla de canto de órgano, y otro el órgano. Acabado, tenían puesto el Santísimo Sacramento en unas andas y a nuestra Señora en otras, con cruces y pendones. Iba la procesión con harta autoridad. Nosotras, con nuestras capas blancas y velos delante del rostro, íbamos en mitad, cabe el Santísimo Sacramento, y junto a nosotras nuestros frailes Descalzos, que fueron hartos del monasterio, y los franciscos (que hay monasterio en el lugar, de San Francisco) iban allí, y un fraile dominico, que se halló en el lugar, que aunque era solo me dio contento ver allí aquel hábito.

 Como era lejos, había muchos altares. Deteníanse algunas veces diciendo letras de nuestra Orden, que nos hacía harta devoción y ver que todos iban alabando al gran Dios que llevábamos presente, y que por El se hacía tanto caso de siete pobrecillas Descalzas que íbamos allí. Con todo esto que yo consideraba, me hacía harta confusión, acordándome iba yo entre ellas, y cómo, si se hubiera de hacer como yo merecía, fuera volverse todos contra mí”.

 

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