La fundación de Villanueva de la
Jara (3).
Madre Teresa salió con su equipo de Malagón antes de la cuaresma, el 13 de febrero de
1580. Y, después de recorrer 50 leguas, llega a Villanueva el 21 de febrero. Se detiene en la Roda y en
otros pueblos del camino ,siendo
recibida con expectación. Los carmelitas descalzos habían dado a conocer
la santidad y cualidades excepcionales de Teresa de Jesús por la comarca, y sus devotos
salían por el camino para conocer lo que era una santa y pedir su bendición y
oraciones.Había estado enferma en Malagón, pero al emprender el viaje se le
acabaron todos los males.
La esperaba un recibimiento apoteósico. La escuchamos:
“Llegamos el domingo primero de la cuaresma, que era víspera de la
Cátedra de San Pedro, año de 1580, a Villanueva de la
Jara. Este mismo día se puso el Santísimo Sacramento en la iglesia de la
gloriosa Santa Ana, a la hora de misa mayor. Saliéronnos a recibir todo el
ayuntamiento y otros algunos con el doctor Ervías, y fuímonos a apear a la
iglesia del pueblo, que estaba bien lejos de la de Santa Ana. Era tanta la
alegría de todo el pueblo, que me hizo harta consolación ver con el contento
que recibían la Orden de la sacratísima Virgen Señora nuestra. Desde lejos
oíamos el repicar de las campanas. Entradas en la iglesia, comenzaron el Te
Deum, un verso la capilla de canto de órgano, y otro el órgano. Acabado, tenían
puesto el Santísimo Sacramento en unas andas y a nuestra Señora en otras, con
cruces y pendones. Iba la procesión con harta autoridad. Nosotras, con nuestras
capas blancas y velos delante del rostro, íbamos en mitad, cabe el Santísimo
Sacramento, y junto a nosotras nuestros frailes Descalzos, que fueron hartos
del monasterio, y los franciscos (que hay monasterio en el lugar, de San
Francisco) iban allí, y un fraile dominico, que se halló en el lugar, que
aunque era solo me dio contento ver allí aquel hábito.
Como era lejos, había
muchos altares. Deteníanse algunas veces diciendo letras de nuestra Orden, que
nos hacía harta devoción y ver que todos iban alabando al gran Dios que
llevábamos presente, y que por El se hacía tanto caso de siete pobrecillas
Descalzas que íbamos allí. Con todo esto que yo consideraba, me hacía harta
confusión, acordándome iba yo entre ellas, y cómo, si se hubiera de hacer como
yo merecía, fuera volverse todos contra mí”.
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