DOMINGO 23 C.Dia 8 de septiembre
Jesús
va camino de Jerusalén. El evangelista nos dice que le “acompañaba mucha
gente”. Sin embargo, Jesús no se hace ilusiones. No se deja engañar por
entusiasmos fáciles de las gentes. A algunos les preocupa hoy cómo va
descendiendo el número de los cristianos. A Jesús le interesaba más la calidad
de sus seguidores que su número.
De pronto “se vuelve” y comienza
a hablar a aquella muchedumbre de las exigencias concretas que encierra el
acompañarlo de manera lúcida y responsable. No quiere que la gente lo siga de
cualquier manera. Ser discípulo de Jesús es una decisión que ha de marcar la
vida entera de la persona.
Jesús les habla, en primer lugar de la
familia. Aquellas gentes tienen su propia familia: padres y madres, mujer e
hijos, hermanos y hermanas. Son sus seres más queridos y entrañables. Pero, si
no dejan a un lado los intereses familiares para colaborar con él en promover
una familia humana, no basada en lazos de sangre sino construida desde la
justicia y la solidaridad fraterna, no podrán ser sus discípulos.
Jesús no está pensando en deshacer los
hogares eliminando el cariño y la convivencia familiar. Pero, si alguien pone
por encima de todo el honor de su familia, el patrimonio, la herencia o el
bienestar familiar, no podrá ser su discípulo ni trabajar con él en el proyecto
de un mundo más humano.
Más aún. Si alguien solo piensa en sí
mismo y en sus cosas, si vive solo para disfrutar de su bienestar, si se
preocupa únicamente de sus intereses, que no se engañe, no puede ser discípulo
de Jesús. Le falta libertad interior, coherencia y responsabilidad para tomarlo
en serio.
Jesús sigue hablando con crudeza: “Quien
no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser mi discípulo”. Si uno vive
evitando problemas y conflictos, si no sabe asumir riesgos y penalidades, si no
está dispuesto a soportar sufrimientos por el reino de Dios y su justicia, no
puede ser discípulo de Jesús.
No se puede ser cristiano de cualquier
manera. No hemos de confundir la vida cristiana con formas de vivir que
desfiguran y vacían de contenido el seguimiento humilde, pero responsable a
Jesús.
Sorprende la libertad del Papa
Francisco para denunciar estilos de cristianos que poco tienen que ver con los
discípulos de Jesús: “cristianos de buenos modales, pero malas costumbres”,
“creyentes de museo”, “hipócritas de la casuística”, “cristianos incapaces de
vivir contra corriente”, cristianos “corruptos” que solo piensan en sí mismos,
“cristianos educados” que no anuncian el evangelio...
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