HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
Santa Teresa dedica el capítulo 32 de Camino a glosar esta petición del Padre Nuestro.Para ella decirle a Dios “hágase tu voluntad” no es una oración cualquiera. Es una palabra que marca uno de los hitos cimeros de la oración cristiana. Equivale a darle a Dios carta blanca para que programe y realice mi vida.
Para Teresa, cuando uno reza el Padre Nuestro lo hace en comunión con el Maestro que nos la enseñó. Jesús se solidariza con el orante. Cuando el orante hace el don de sí en la oferta de su voluntad, Jesús está de por medio, se la ofrece por nosotros al Padre, hace de embajador nuestro, suple y robustece nuestras cobardías y deficiencias. Ha sido Jesús quien previamente ha pedido el “reino” para nosotros, porque sin recibir antes su reino, seríamos incapaces de pedir que se haga su voluntad. El ofrece también nuestra voluntad cuando nosotros la ofrecemos. La escuchamos:
Ahora que nuestro Maestro nos ha pedido y enseñado a pedir cosa de tanto valor, que encierra en sí todas las cosas que acá podemos desear, y nos ha hecho tan gran merced como hacernos hermanos suyos, veamos qué quiere que demos a su Padre, y le ofrece por nosotros, y qué es lo que nos pide. ¡Oh buen Jesús! Que tampoco dais poco de nuestra parte (como pedís para nosotros); dejado que ello en sí es nonada para adonde tanto se debe y para tan gran Señor; mas, cierto, Señor mio, que no nos dejais con nada y que damos todo lo que podemos si lo damos como lo decimos.
“Sea hecha tu voluntad; y como sea hecha en el cielo, así se haga en la tierra”. Bien hicisteis, nuestro buen Maestro, de pedir la petición pasada, para que podamos cumplir lo que dais por nosotros; porque, cierto, Señor, si así no fuera, imposible me parece. Mas haciendo vuestro Padre lo que vos le pedís de darnos acá su reino, yo sé que os sacaremos verdaderamente en dar lo que dais por nosotros; porque hecha la tierra cielo, será posible hacerse en mí vuestra voluntad (CP 32, 1-2)
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