En Teresa el amor es más fuerte que la muerte. Lo dice a sabiendas de que se juega la vida por agradar a su Dios hasta el extremo.¡Que muero porque no muero!
De pronto, sin hacer ella nada, se ve traspasada por la mirada de Alguien que la enardece y la atrae. No puede explicarase lo que la pasa en la oración. Lo acepta. Es Dios, quien reclama su amor. Demuestra claramente que la santidad no es fruto de nuestro esfuerzo, sino que es Dios, quien nos hace santos, infundiéndonos su Espíritu y atrayéndonos desde nuestro interior.La escuchamos:
Desde hace poco tiempo, comenzó Su Majestad - como me lo tenía prometido- a señalar más que era El, creciendo en mí un amor tan grande de Dios, que no sabía quién me lo ponía, porque era muy sobrenatural, ni yo le procuraba.
Veíame morir con deseo de ver a Dios y no sabía adónde había de buscar esta vida si no era con la muerte. Dábanme unos ímpetus grandes de este amor que, aunque no eran tan insufrideros como en otra ocasión anterior, ni de tanto valor, yo no sabía qué me hacer; porque nada me safisfacía ni cabía en mí, sino que verdaderamente me parecía se me arrancaba el alma.
¡Oh artificio soberano del Señor, qué industria tan delicada hacíais con vuestra esclava miserable! Os escondíais de mí y me apretábais con vuestro amor, con una muerte tan sabrosa que nunca el alma querría salir de ella.
Quien no hubiere pasado estos ímpetus tan grandes, es imposible poderlo entender, que no es desasosiego del pecho; ni unas devociones que parece ahogan el espíritu, que no saben en sí- Se han de evitar estos aceleramientos procurando con suavidad recogerlos dentro de sí y acallar el alma. Ocurre lo que cuando unos niños tienen un acelerado llorar, que parece se van a ahogar, y con darlos a beber, cesa aquel demasiado sentimiento (V 29, 8-9).
Amigos del BLOG, que Dios derrame abundantemente su amor en nuestros corazones, y lo acojamos con sencillez y humildad. Con un cordial saludo Nicolás González
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