martes, 12 de julio de 2011

EL REINO DE DIOS SE PARECE A LA LEVADURA QUE HACE FERMENTAR LA MASA.Domingo 17 julio

Apostol san Pedro

Domingo XVI A

El evangelio de hoy nos describe el reino de Dios, fundado por Jesucristo, con tres imágenes o comparaciones. El reino de Dios se parece a un campo en el que Dios sembró la buena semilla de su Palabra y de sus mandamientos, y en el que el Maligno sembró cizaña. El reino de Dios se parece al resultado de un grano de mostaza, que en sí es una semilla pequeñísima, pero que de ella sale un arbol grande y frondoso. Y también el reino de Dios se parece a la levadura que se echa en una masa grande de harina y agua, y la levadura la hace fermentar para convertirla en pan.Con estas comparaciones nos aproximamos al contenido , al significado del reino de Dios.




Reflexionemos en la imagen del grano de mostaza y de la levadura. Jesucristo fundó su iglesia, como quien siembra un grano, y luego de aquel grano salió un tallo, que con el correr de los años se ha convertido en un arbol gigantesco que extiende sus ramas por todos los continentes. Y si miramos el reino de Dios en cada uno de nosotros, cristianos, podemos comparar esa infusión divina a una levadura que Dios introduce con su palabra, su gracia, su espíritu en el interior de nuestra conciencia, de nuestra alma, para que haga en nosotros el efecto de la levadura : que por contagio nos transforme en hombres nuevos. Para eso, es preciso abrir ante todo a Dios nuestro corazón, nuestra inteligencia y toda nuestra vida . Poner nuestra confianza en El, para que inicie un proceso de purificación interior, que nos renueve y nos libere.




El grano si no muere en la tierra, no da fruto. La levadura, si no se disuelve en la masa, no la transforma. Lo mismo ocurre con el que acoge a Dios en su corazón por la fe y el amor. La actitud del creyente ante Dios ha de ser una actitud de humildad, que no pretende tener éxito, ni tampoco querer resolver cualquier problema con sus propias fuerzas. Ha de tener una actitud de gran confianza en la ayuda de Dios, de tenacidad y de valentía; porque el creyente sabe que ,pese a todas las dificultades y los fracasos, su vida, su acción y la historia entera están bajo la tutela del poder indestructible del amor de Dios, por lo que nunca sus esfuerzos humanos resultarán estériles ni carecerán de sentido.- Desde esta perspectiva, como creyentes, podemos comprender con mayor facilidad que nuestra esperanza cristiana vive también en situaciones de dolor , en medio del sufrimiento, es más: que precisamente el sufrimiento educa y fortalece de especial manera nuestra esperanza. Debemos luchar contra el sufrimiento, pero no podemos eliminarlo por completo del mundo, ya que no está en nuestro poder secar sus fuentes: la finitud de nuestro ser y el poder del mal y de la culpa.- Nos ocurre lo que al labrador, que por mucho que se esfuerce en arrancar las malas hierbas, nunca terminará por eliminarlas, porque el maligno persiste en sembrar cizaña. Lo que nos corresponde es luchar contra el mal con tenacidad y valentía, invocando y confiando siempre en la ayuda del Señor.



El que reza a Dios no se siente solo, pues Dios es el único que en toda situación y ante cualquier tribulación, siembre está en condiciones de escucharnos y auxiliarnos.

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