lunes, 6 de agosto de 2012







 PROCUREMOS DELEITARNOS EN ESTAS GRANDEZAS QUE TIENE NUESTRO ESPOSO 

Madre Teresa al tratar sobre la oración pone el énfasis en el trato de amistad con Dios. Y se sirve de las formas de tratamientos sociales, para recalcar la categoría de Aquel con quien tratamos al rezar. Le sirve para recordarnos que no es lo mismo tratar entre dos personas de  la misma clase social, o entre dos partorcitos, que entre dos sabios , y que entre los humanos hay que conocer previamente cómo se ha de tratar a un señor, según su categoría, para no ofenderle haciéndole de menos.

Y concluye que en el orden de nuestra religión, los tratamientos son de otro género. Nuestro Rey divino escucha con más gusto “a un pastorcito humilde” que a los elegantes teólogos “ si no van con humildad”. Cuántas veces nuestras  meditaciones, con sus “elegantes razonamientos”, o con nuestro “pensar mucho”, se convierten en camino largo y tortuoso para que Dios nos escuche. Mejor y más seguro es el trato directo, de “estar con El”, o “cabe El”.

La imagen, preferida por nuestra Santa, del Otro con quien trata en la oración es la de “Esposo”. Esta es la imagen culminante de Teresa, la del amor esponsal. Todos los bautizados estamos desposados con Cristo y aspiramos a las bodas del encuentro definitivo. Mientras tanto, la oración es la mejor manera de tratar con quien estamos desposados. La escuchamos:

¿Quién puede decir es mal, si comenzamos a rezar las horas o el rosario, que comience a pensar con quién va a hablar y quién es el que habla, para ver cómo le ha de tratar?Primero que comencéis la oración vocal que vais  a rezar, es bien ocupéis harto tiempo en la mental. Sí, que no hemos de llegar a hablar a un príncipe con el descuido de un labrador, o como con un pobre como nosotras, que como quiera que nos hablaren va bien”.

“Razón es que, ya que por la humildad de este Rey, si como grosera no sé hablar con él, no por eso me deja de oir, ni me deja de llegar a sí, ni me echan fuera sus guardias, porque saben bien los ángeles, que están allí, la condición de su Rey, que gusta más de esta grosería de un pastorcito humilde, que ve que si más supiera más dijera, que de los muy sabios y letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad. Así que, no porque él sea bueno, hemos de ser nosotros descomedidos”.

“Todo lo manda, todo lo puede, su querer es obrar. Pues razón será que preocupemos deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro Esposo, y que entendamos con quién estamos casadas, qué vida hemos de tener”(CP22, 3 y 7).

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