CÓMO HABEIS DE REZAR VOCALMENTE
Santa Teresa en el capítulo 24 de Camino nos enseña de una manera sencilla y clara cómo hemos de rezar, cuando recitamos oraciones vocalmente como el Padre nuestro, el Ave María o el Credo.¿Bastarán solo decir las palabras para que se conviertan en oración?
Nuestra Santa nos dice claramente que eso no es oración. Faltan los elementos básicos de la oración, como “acto interior”, orar “ en espíritu y en verdad”, y la oración como trato de amistad con quien sabemos nos ama. Lo dice todo en esta frase con que se dirige al Señor:” Nunca, Vos, Señor, permitáis que tenga por bueno que quien fuere a hablar con Vos, sea sólo con la boca”.
Reconoce la dificultad que tienen algunas personas que “no pueden” recogerse en su interior, ni pueden “atar el entendimiento” para concentrarse en lo que oran. A esas personas las dice que no dejen de orar,aunque sólo puedan “rezar rezando”, que no dejen de ninguna manera la oración exterior, pues Dios no lleva todos por un mismo camino de hacer oración. Pero a todos sugiere unas soluciones posibles o nó al problema. Ante todo, una consigna fundamental: jamás contentarse con la oración de solas palabras. El rezo maquinal, sin darse cuenta de lo que se dice, no es oración. Hay que orar con consideración, porque la que no advierte con quien habla y lo que pide, y quien es quien pide, y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios.
La segunda consigna que nos da Madre Teresa es que, cuando oremos prestemos atención al Otro, a aquel a quien dirigimos las palabras de la oración. La escuchamos:
“Lo que quiero ahora aconsejaros y enseñaros es cómo habeis de rezar vocalmente, porque es razón entendáis lo que decís. Porque cuando digo “Credo”, razón me parece será que entienda y sepa lo que creo; y cuando “Padre nuestro”, amor será entender quién es este Padre nuestro y quién es el maestro que nos enseñó esta oración. De tal Maestro (Jesucristo) como quien nos enseñó esta oración y con tanto amor y deseo que nos aprovechase, nunca Dios quiera que no nos acordemos de él muchas veces cuando decimos la oración”.
“Pues, cuanto a lo primero, ya sabeis que enseña Su Majestad que sea a solas; que así lo hacía él siempre que oraba. Que no se sufre hablar con Dios y con el mundo, que no es otra cosa estar rezando y escuchando por otra parte lo que están hablando, o pensar en lo que se les ofrece, sin más irse a la mano”(CP 24,1-5).
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