ESTE SEA VUESTRO TRATO Y LENGUAJE:NO HABLAR SINO EN DIOS
Madre Teresa propone a sus monjas del recién fundado convento de san José de Ávila que no pierdan el tiempo hablando de niñerías ni de cosas del mundo que a ellas como religiosas no les competen. Como grupo orante que han emprendido el camino que las conduce a la fuente de aguas vivas, han de hablar un lenguaje apropiado. Un lenguaje para hablar en Dios, con Dios y de Dios.
“De esto serán sus pláticas siempre”. Por eso han de estar atentas a aprenderle, a usarlo en el trato entre ellas y en el trato con los de fuera, incluso con los que ni siquiera estén interesados por el agua de la divina fuente. Insiste en que este sea su trato y lenguaje, y que quien quiera tratar con ellas lo aprendan. Guardaos,- las dice-, de aprender vosotras el lenguaje suyo. Hablar de Dios es teología. Hablar a Dios es oración. Hablar en Dios es palabra desde la vida, desde la mente y el corazón, mientras se le espera y se le desea. Teresa hace extensiva esta consigna, más allá del Carmelo: a todo grupo de oración: “Aconsejaría yo a quienes tienen oración, que procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima”
Tenga cierto que no le hará daño el haberle comenzado (el camino de la oración) para cosa ninguna, aunque le deje, porque el bien nunca hace mal. Por eso, todas las personas que os trataren, hijas, habiendo disposición y alguna amistad, procurad quitarlas el miedo de comenzar tan gran bien; y por amor de Dios os pido que vuestro trato sea siempre ordenado a algún bien de quien hablareis, pues vuestra oración ha de ser para provecho de las almas.
Ande la verdad en vuestros corazones, como ha de andar por la meditación, y veréis claro el amor que somos obligadas a tener a los prójimos. No es ya tiempo, hermanas de juego de niños, que no parece otra cosa estas amistades del mundo, aunque sean buenas, si no fuere yendo fundadas en un gran fin y provecho de aquel ánima.Ya saben que sois religiosas y que vuestro trato es de oración. Este es vuestro trato y lenguaje; quien os quisiere tratar, depréndale; y si no, guardaos de deprender vosotras el suyo (CP 20, 3-6).
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