Teresa de Jesús, cuando llega al cuarto grado de oración, se ve como henchida de amor de Dios. Y para narrar ese estado de vida, que vive como una experiencia inefable, se sirve de diversas imágenes.
Para explicar la abundancia de gracias que su alma recibe del cielo, lo compara al agua de lluvia:
Agua que viene del cielo, para con su abundancia henchir y hartar todo este huerto de agua.
En esta oración contemplativa, la acción de Dios es total, y conlleva una absoluta pasividad en la persona. En esta oración, la unión de sentidos y potencias con Dios es total, y el alma "siente con un deleite grandísimo".
Al declarar el " vuelo del espíritu" o arrobamiento, Teresa se ve bajo la acción irresistible de Dios, y vuelve a la imagen inicial del agua y la mezcla con la nube:
Esta agua postrera es tan copiosa que podemos creer que se está con nosotros esta nube de la gran Majestad acá en esta tierra (V.20,2).Dios coge al alma, como una madre levanta en brazos a su hijo: a manera que las nubes cogen los vapores de la tierra y levántala toda de ella y llévala consigo (V.20,2).
Cuando le hierve la sangre en deseos ardientes de servir a Dios, la imagen del agua es otra. La del manantial, a ras del suelo, cuando el agua brota en borbollones. La metáfora es bellísima y la poesía, con que la expresa, es sublime:
Es como unas fontecicas que yo he visto manar, que nunca cesa de hacer movimiento el arena hacia arriba (V.30,19).Al natural me parece este ejemplo o comparación de las almas que aquí llegan : siempre está bullendo el amor y pensando qué hará; no cabe en sí, como en la tierra parece no cabe aquel agua, sino que la echa de sí, así está el alma...que no sosiega ni cabe en sí con el amor que tiene; ya la tiene a ella empapada en sí; querría bebiesen los otros, pues a ella no la hace falta, para que la ayudasen a alabar a Dios. ¡Oh, qué de veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la Samaritana, y ansí soy muy aficionada a aquel evangelio...,desde muy niña lo era, y suplicaba muchas veces al Señor me diese aquel agua" (V.30,19).
Pues terminemos, uniéndonos a la oración de nuestra Santa: ¡Señor, danos esa agua! Con mis saludos. Nicolas González
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