Carnero, que Abraham sacrificó (Gn.22,1-13).
Custodia del Corpus de Ávila, Juan de Arfe. 1571
DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO
Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación, es designado por varios nombres en la Sagrada Escritura. Los textos de la Misa de ESTE DOMINGO hablan de Jesucristo como "siervo de Dios" y como "cordero de Dios". Reflexionemos en Jesucristo, nuestro Maestro y Señor, a través de estas imágenes.
1º como Siervo de Dios.- En la Sagrada Escritura se llama siervo de Dios a cualquiera que es su servidor, a cualquiera que colabora a realizar los planes de Dios: en este sentido, los profetas son llamados siervos de Dios, porque comunican a los hombres lo que Dios les manda.
Con toda razón Jesucristo es el gran servidor de Dios, porque realiza en la tierra el programa de redención de los hombres que Dios Padre le había encomendado.- Como buen servidor se caracteriza por su paciencia, por su humildad, por el ofrecimiento total de su vida en bien de los demás, por la obediencia o sometimiento total a los designios de Dios,a su voluntad.
Es a la vez servidor de los hombres : a pesar de ser el Señor y el Maestro, aparece en medio de sus discípulos “ como el que sirve” y va hasta el extremo de las exigencias del amor a los demás, que es aceptar la muerte de cruz, a que le lleva la voluntad de los hombres.- Así fué su vida: un humilde servicio a Dios, y un generoso servicio a los hombres.- Ese fué el ejemplo que nos dejó a nosotros indóciles y egoistas.-. Ejemplo actual para todos nosotros, que por ser cristianos, también tenemos una vocación de servidores, servidores de Dios y servidores de los hombres. Ejemplo para nosotros que tantas veces buscamos servirnos de los demás, o hacer que los demás nos sirvan a nosotros.
2º. A Jesucristo le llama Juan el Bautista y le llamamos nosotros en la Misa Cordero de Dios.
A Jesucristo se le identifica, en imagen, con un cordero. También este símbolo proviene de los libros del Antiguo Testamento. Al profeta, que se veía perseguido por sus enemigos, se le comparaba con un cordero, al que se lleva al matadero. Y esa misma imagen se aplicó a Jesucristo, que muriendo para expiar los pecados de los hombres, aparece así como si fuera un cordero mudo, que es llevado al matadero.
Esta imagen, además, se aplica a Jesucristo en virtud de aquel acontecimiento del pueblo hebreo, al que ,para liberarlo de la exclavitud de los egipcios, Dios ordenó un día que cada familia hebrea inmolara un cordero sin mancha, lo comieran al anochecer y marcaran con su sangre el dintel de las puertas. A la noche, vino un angel y fue casa por casa dando muerte a todos los primogénitos de los egipcios, pero respetó las casas marcadas de sangre, que eran las casas de los hebreos. Y se pudo decir que fueron redimidos gracias a la sangre del cordero, porque a partir de entonces fueron rescatados de la esclavitud de Egipto y pudieron ser un pueblo independiente y libre.-
A Jesucristo se le aplica este acontecimiento, por ser un hombre sin mancha, es decir, sin pecado, que rescata a los hombres al precio de su sangre. Porque con su sangre nos ha liberado del mal, del enemigo, a fin de que podamos formar un “nuevo reino”, la verdadera nación consagrada, un pueblo de su propiedad, que ofrezca a Dios un culto agradable.-
Este nombre de “cordero” referido a Cristo, evoca dos aspectos, que para nosotros son también dignos de imitar : la mansedumbre de su condición y la limpieza de vida.- La “mansedumbre de condición” evoca la paciencia, la firmeza sin provocaciones, la prudencia.- La mansedumbre de Jesucristo en el trato con los pecadores impertinentes, como la mujer adúltera, como la samaritana, como sus mismos apóstoles, nos revela que supo reprender sin pasión, castigar sin enojo, y fué aún en reprender un ejemplo de amor.- Mansedumbre en soportar el atrevimiento injurioso de los que le llevaron a la cruz, sus bofetadas, azotes, espinas, clavos y cruz.- Busca a los que huyen de él; abraza a los que le aborrecen, y a los que le afrentan y dan dolorosa muerte, con esa misma muerte los santifica y los lava con la misma sangre que enemigamente le sacan.- La medida de su mansedumbre es la da su amor sin medida. El que ama a otro, lo sufre mansamente. Y porque es sin medida el amor que Cristo nos tiene, por eso mismo la mansedumbre en él es también sin medida.-
Jesucristo es como un cordero sin mancha. Le caracteriza la pureza e inocencia de vida. Todo él es sencillez pura, rectitud sencilla, una mirada limpia, una bondad perfecta. Un cuerpo hecho para instrumento de todo bien, y un alma con natural habilidad para ser ejecutora de toda grandeza.-
Meditemos en estas imágenes que definen la forma de ser y de actuar de nuestro Maestro y Señor, para imitarle en beneficio personal y en bien de los demás. Con mi bendición en comunión de oraciones, Nicolás González
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