DOMINGO 29 DEL TIEMPO ORDINARIO, 20 OCT.
San Lucas narra una breve parábola
indicándonos que Jesús la contó para explicar a sus discípulos “cómo tenían
que orar siempre sin desanimarse”. Este tema es muy querido al evangelista
que, en varias ocasiones, repite la misma idea. Como es natural, la parábola ha
sido leída casi siempre como una invitación a cuidar la perseverancia de
nuestra oración a Dios.
Sin embargo, si observamos el contenido
del relato y la conclusión del mismo Jesús, vemos que la clave de la parábola
es la sed de justicia. Hasta cuatro veces se repite la expresión “hacer
justicia”. Más que modelo de oración, la viuda del relato es ejemplo admirable de lucha por la justicia en
medio de una sociedad corrupta que abusa de los más débiles.
El primer personaje de la parábola es
un juez que “ni teme a Dios ni le importan los hombres”. Es la
encarnación exacta de la corrupción que denuncian repetidamente los profetas:
los poderosos no temen la justicia de Dios y no respetan la dignidad ni los
derechos de los pobres. No son casos aislados. Los profetas denuncian la
corrupción del sistema judicial en Israel y la estructura machista de aquella
sociedad patriarcal.
El segundo personaje es una viuda
indefensa en medio de una sociedad injusta. Por una parte, vive sufriendo los
atropellos de un “adversario” más poderoso que ella. Por otra, es
víctima de un juez al que no le importa en absoluto su persona ni su
sufrimiento. Así viven millones de mujeres de todos los tiempos en la mayoría
de los pueblos.
En la conclusión de la parábola, Jesús
no habla de la oración. Antes que nada, pide confianza en la justicia de Dios: “¿No
hará Dios justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?”. Estos
elegidos no son “los miembros de la Iglesia” sino los pobres de todos los
pueblos que claman pidiendo justicia. De ellos es el reino de Dios.
Luego, Jesús hace una pregunta que es
todo un desafío para sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del Hombre,
¿encontrará esta fe en la tierra?”. No está pensando en la fe como adhesión
doctrinal, sino en la fe que alienta la actuación de la viuda, modelo de
indignación, resistencia activa y coraje para reclamar justicia a los
corruptos.
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