Virgen de la Clemencia
En los laterales los asientos de las monjas,siglo XVI
A la izquierda, órgano realejo, también del tiempo de Santa Teresa-
VIDA CARMELITANA EN LA ENCARNACIÓN
La comunidad de mujeres que habitaban en este monasterio, al momento de ingresar Santa Teresa, año 1535, era un tanto complejo. Por aquellos años, anteriores al Concilio de Trento, había personas propiamente religiosas, y otras que no lo eran, como madres de familia que solicitaban ser acogidas, mientras sus esposos iban a prestar servicio militar al rey, o hijas huérfanas. Santa Teresa acogió, en su misma celda, a su hermana Juana desde los 15 a los 25 años.
Por eso fue creciendo el número inicial de 40, que había en 1535 , a 100, e incluso hasta 200 en el periodo de treinta años en el que vivió en este monasterio nuestra monja, 1535-1562 y 1571-1574.
La primera obligación de las religiosas era cantar las Horas canónicas en el coro y asistir a otros oficios litúrgicos. Había y sigue habiendo dos coros, bajo y alto. El coro alto estuvo ciento diez años a teja vana, “nevándoles a las religiosas sobre los breviarios en el invierno, y entrándoles el sol en el verano, de forma que cerradas las ventanas, se veía a leer con gran daño uno y otro de las saludes”.
Algunas candidatas eran seleccionadas al ingresar por sus cualidades musicales, para tocar el órgano de realejo, el arpa o el bajón, o para cantoras. Por comprometerse a desempeñar estos oficios de por vida, se les dispensaba de aportar la dote.
La aportación económica que las monjas, por regla general, entregaban al Monasterio al ingresar, en calidad de dote, se destinaba a la manutención de la propia monja. Pero en la Encarnación ocurría una circunstancia excepcional, y es que, en buena parte, se invertía en las obras de construcción del nuevo convento. Lo que creaba situaciones insostenibles.
Al faltarles dinero para coprar qué comer, cada año, se veían obligadas a salir a casa de sus parientes, meses enteros, para no morirse de hambre. Unas más y otras menos, según los bienes propios. No se practicaba realmente, la comunidad de bienes, como en la actualidad, porque la situación de pobreza era excepcional.
La comunidad de carmelitas se regía por las Constituciones de la Orden y los propios estatutos, aprobados por el Provincial . La comunidad, como grupo social con capacidad para elegir y ser elegida, y resolver por votación los asuntos del convento, estaba formada únicamente por las monjas que habían hecho profesión solemne y llevaban velo negro. Esto ocurría después de llevar seis años en clausura. El primer año se las consideraba como seglares postulantes. El año siguiente, novicias, y luego pasaban otros cuatro años de profesión de votos simples, con velo blanco. Asistían al coro, para los actos de culto, como las demás, pero separadas de las monjas de velo negro.
Seguiremos otro día.
Por eso fue creciendo el número inicial de 40, que había en 1535 , a 100, e incluso hasta 200 en el periodo de treinta años en el que vivió en este monasterio nuestra monja, 1535-1562 y 1571-1574.
La primera obligación de las religiosas era cantar las Horas canónicas en el coro y asistir a otros oficios litúrgicos. Había y sigue habiendo dos coros, bajo y alto. El coro alto estuvo ciento diez años a teja vana, “nevándoles a las religiosas sobre los breviarios en el invierno, y entrándoles el sol en el verano, de forma que cerradas las ventanas, se veía a leer con gran daño uno y otro de las saludes”.
Algunas candidatas eran seleccionadas al ingresar por sus cualidades musicales, para tocar el órgano de realejo, el arpa o el bajón, o para cantoras. Por comprometerse a desempeñar estos oficios de por vida, se les dispensaba de aportar la dote.
La aportación económica que las monjas, por regla general, entregaban al Monasterio al ingresar, en calidad de dote, se destinaba a la manutención de la propia monja. Pero en la Encarnación ocurría una circunstancia excepcional, y es que, en buena parte, se invertía en las obras de construcción del nuevo convento. Lo que creaba situaciones insostenibles.
Al faltarles dinero para coprar qué comer, cada año, se veían obligadas a salir a casa de sus parientes, meses enteros, para no morirse de hambre. Unas más y otras menos, según los bienes propios. No se practicaba realmente, la comunidad de bienes, como en la actualidad, porque la situación de pobreza era excepcional.
La comunidad de carmelitas se regía por las Constituciones de la Orden y los propios estatutos, aprobados por el Provincial . La comunidad, como grupo social con capacidad para elegir y ser elegida, y resolver por votación los asuntos del convento, estaba formada únicamente por las monjas que habían hecho profesión solemne y llevaban velo negro. Esto ocurría después de llevar seis años en clausura. El primer año se las consideraba como seglares postulantes. El año siguiente, novicias, y luego pasaban otros cuatro años de profesión de votos simples, con velo blanco. Asistían al coro, para los actos de culto, como las demás, pero separadas de las monjas de velo negro.
Seguiremos otro día.
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