sábado, 16 de junio de 2012





ANDAR ALEGRES SIRVIENDO EN LO QUE LES MANDEN
Madre Teresa introduce la imagen señera se la estrategia de Dios en su relación amorosa con los orantes, sean personas contemplativas o estén dedicadas al apostolado activo, la imagen del rey en el despliegue de su ejército. El rey, buen estratega, conoce a sus soldados y  les asigna el puesto adecuado. A éste, capitán; al otro, alférez; a los otros, soldados..

Teresa se fija, ahora, en el alférez, con el que compara al contemplativo. En el ejército, el alférez es el responsable de llevar en alto la bandera.  Y he aquí cómo sintetiza  todo este tratado en dos trazos: “En las batallas, el alférez no pelea, pero trabaja más que todos;…como lleva la bandera, no se puede defender…Aunque lo hagan pedazos, no la han de dejar de las manos”. Y concluye así: en las batallas del espíritu, el contemplativo es el alférez. El lleva  levantada la bandera de la humildad; ha de sufrir cuantos golpes le dieren, sin dar ninguno. Identificado así el  contemplativo (se monje, monja o seglar) con el alférez, la imagen le sirve para desarrollar un tratado de militancia espiritual. El contemplativo no es ni puede ser un evadido del campo de la vida. Está encargado de alzar enhiesta una señal en plena marea de la vida, en medio de todos los que luchan por vivira y ganarl, para que la sigan. La escuchamos:


Cada uno cumpla su oficio, y no parezca lo dejamos de cobardes, y es bien que el Señor entienda no queda por nosotras. Como los soldados que, aunque mucho hayan servido, siempre han de estar a punto para que el capitán los mande en cualquier oficio que quiera ponerlos, pues les ha de dar su sueldo ¡ Y  cuán mejor pagado lo que paga nuestro Rey que los de la tierra!

Reparte los oficios como ve las fuerzas. Así que, hermanas, oración mental, y quien ésta no pudiere, vocal y lección y coloquios con Dios. Aquí entra el merecer con humildad: creyendo con verdad que aun para lo que hacen no son, andar alegres sirviendo en lo que les mandan, como he dicho. Y si es de veras esta humildad, bienaventurada tal sierva de vida activa, que no murmurará sino de sí. Deje a las otras ( las contemplativas) con su guerra, que no es pequeña.

Porque aunque en las batallas el alférez no pelea, no por eso deja de ir en gran peligro, y en lo interior debe de trabajar más que todos; porque, como lleva la bandera, no se puede defender, y, aunque le hagan pedazos, no la ha de dejar de las manos. Así los contemplativos han de llevar levantada la bandera de la humildad y sufrir cuantos golpes les dieren sin dar ninguno; porque su oficio es padecer como  Cristo, llevar en alto la cruz, no la dejar de las manos por peligros en que se vean, ni que vean en él flaqueza en padecer; para eso de dan tan honroso oficio CP 18, 3-5).

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